sábado, 6 de agosto de 2016

Ficcionario: Ficcioso

La realidad son los otros. Con sus neuras, algunos humores turbios, un humedal en las axilas. El realismo puede apellidarse “sucio” y, con el beneplácito de la crítica, consagrarse como género literario. La realidad, en el mejor de los casos, apenas pasa de pringosa. Pero es imprescindible como escenario para soñarnos.   

Don Quijote, de Antonio Saura 
Ficcioso: dícese de quien recurre a fabulaciones para perturbar la quietud pública. No se asusten los bienintencionados. La verdadera amenaza, pronostican al cierre de la Bolsa desinteresados oráculos bancarios, procede de tantos clickealistas que, sin haberlos vivido, se atreven impúdicamente a desear días más justos, mundos mejores. Dónde habrán leído eso, qué habrán tomado antes.       

Por su naturaleza volátil, los ficciosos prefieren una derrota por goleada ante un gigante que un empate de penalti injusto contra un molino. Cabalgan y cabalgan con grandeza suicida hasta que las circunstancias (y los otros) traicionan su “yo”, los elevan cuatro metros sobre el suelo y los arrojan, las costillas por delante, contra el ardiente asfalto de agosto. Ni así escarmientan. Sentados sobre el fracaso, van rumiando una renovada ilusión por volar. Aletean. Luego, existen.


La aventura del gran idealista, Don Quijote, se articula en torno a su muy humano esfuerzo por creerse falsas historias felices. La menos lustrosa realidad de Cervantes le arrastra, a la inversa, entre prosaicos sufrimiento. La guerra, el cautiverio, la cárcel. Los risibles desastres del iluminado desembocan en una triste rendición: muere cuerdo para que ningún impostor resucite al personaje. La Literatura, por el contrario, consagra su vida, su desventura, sus desatinos. Protagonista y creador perduran gracias a una loca ficción. Gigantes juegan (con ventaja) y ganan.   

Los ficciosos fermentan en la parte iluminada de la realidad, al solillo que entra por la claraboya de una biblioteca cubierta de polvo. Como entonarían los hooligans entonados, han venido aquí a soñar y el resultado les da igual, lo que les convierte en potencialmente subversivos para el establishment. El desastre, por el contario, suele proceder de los falsos ficciosos que se agarran a la realidad para deformarla a su medida. Igual deciden a los postres invadir Irak que reprimen durante décadas a los disidentes de una revolución traicionada. 

Pocas peripecias resultan más peligrosas que la confusión de los otros con el yo, de la realidad con el deseo, de la ensoñación con el disparate. ¿Dónde se oculta el gato, por qué maúlla esa liebre? Este mismo texto podría parecer periodismo y no lo es; si acaso, espuriodismo. Un viaje con billete de huida, un homenaje al diccionario de Coll, un ficcionario acalorado para sobrevivir en nuestro cotidiano Gañanistán.  

No hay comentarios: