domingo, 19 de julio de 2015

Versión Original, legítima ...y de distracción masiva

Seis razones por las que la web de rectificaciones del Ayuntamiento de Madrid aporta más ruido que transparencia. 


La activación por el Ayuntamiento de Madrid de una web llamada Versión Original para rectificar las informaciones inexactas de los medios de comunicación no aparece (por ahora) en la propia página de desmentidos. Desde el estreno, la página no ha publicado nuevas enmiendas. ¿Será que de repente los periodistas hemos empezado a hacer todo bien? Si fuera así, habrá sido un éxito. Pero no lo parece… 

Después de que su activación fuera avanzada por EL MUNDO (y confirmada por los hechos), el equipo de gobierno de Ahora Madrid ha intentado convertirla en noticia. El mismo miércoles anunció su creación en una nota de prensa , la defendió en sucesivas declaraciones de la alcaldesa Manuela Carmena y trató de explicarla a través de sus cuentas en las redes sociales. Y de idéntica manera ha difundido su modificación tras las críticas y equívocos. 

En el plano teórico, es difícil plantear objeciones de fondo sobre la legitimidad de idea. Al Ayuntamiento de Madrid le asiste, como a cualquier otra persona o institución, el democrático derecho a replicar o rectificar con sus propios medios cualquier información que considere inexacta o infundada. Nada impide tampoco criticar a los periodistas o a sus cabeceras; al contrario, cabe reclamarles que realicen bien su trabajo. 

Hace años que los medios de comunicación han dejado de ser  los únicos intermediarios en el acceso a la información. En ese nuevo contexto, encaja en la lógica que las instituciones refuercen los cauces propios y directos con los ciudadanos. Pero el hecho de que se trate de una iniciativa legítima no significa que resulte acertada. Por diferentes razones:

-El  nombre. Si bien ‘El Ayuntamiento desmiente’ no luce demasiado sexy, tampoco parece lo más apropiado usar ‘versión’ para una web basada, según su propia definición, ‘en datos contrastables y oficiales’. ¿O quizá se trata efectivamente de una versión y no de la verdad?

-La trampa de la transparencia. Si el objetivo reside en asegurar una información ‘completa, veraz y transparente’, ¿por qué no está abierta a comentarios? Eso implicaría un registro, unas normas, una labor de moderación y alguna polémica engorrosa, como sucede en los medios. Pero ¿hay alguna razón de peso para que los ciudadanos no puedan expresar su versión, sus datos o su verdad? ¿O es que los únicos datos válidos son los que facilita el Ayuntamiento y no deben ser contrastados con otros? De alguna manera, al mantenerse en un escalón más alto, el consistorio reproduce el mal hábito que reprocha. ¿Información completa? Más bien reactiva. Porque si los medios no abordan un tema, ¿se harán públicos los datos correspondientes?

-La participación interesada. Invitar a que los ciudadanos envíen por correo electrónico informaciones que consideran erróneas no es la forma más elegante de incentivar su implicación. ¿Y si un lector, o incluso un periodista, desmiente con datos una declaración de un cargo público municipal? ¿Podremos leerlo en Versión Original?

-Una óptica distorsionada de la comunicación. Tal como está concebida, Versión Original refleja un concepto sesgado del actual ecosistema informativo. Una visión asentada sobre el prejuicio, cada vez más extendido, de que los ciudadanos actúan de forma desinteresada y, sin embargo, los medios de comunicación se comportan de forma sospechosa. ¿O acaso desmentirá también a personas? ¿Y a asociaciones, colectivos, ONGs…?

-El ruido contraproducente. El Ayuntamiento de Madrid activó la web de rectificaciones exactamente el mismo día que abría su Oficina de Intermediación Hipotecaria, sin duda un avance en la propuesta estrella del equipo de Manuela Carmena. El consistorio difundió ambos hechos en sus canales, pero ¿qué tuvo mayor eco? ¿Fue una estrategia acertada? ¿Qué está marcando la agenda desde entonces? 

-La escala de prioridades. Hace tan solo unas semanas, Mariano Rajoy incurría en el victimismo al quejarse de que la insistencia de los periodistas sobre la corrupción en el PP estaba tapando los datos de la recuperación económica. Aunque el Ayuntamiento de Madrid actúa desde planteamientos políticos opuestos, coincide en la preocupación por la esgrima declarativa. ¿Son tan importantes los desmentidos que merecen una página al margen de la existente, destinada a detallar precisamente la actividad municipal? Si vamos al fondo de la cuestión, ¿qué considera Ahora Madrid más importante: hacer, decir o desdecir?   

Probablemente lo más positivo -y paradójico- de Versión Original radica en que, sin ser un lugar para el debate, plantea un debate sobre los errores y silencios de nuestro periodismo, aunque lo haga desde una perspectiva distorsionada y no demasiado justa. Sorprende que Ahora Madrid, como Podemos y otros movimientos ciudadanos similares, tiendan a destacar reiteradamente los fallos de los grandes medios de comunicación e ignoren que sus denuncias de abusos y corrupciones laten en la base del malestar social que les ha impulsado hacia las instituciones.  

Por supuesto que esta página representa una iniciativa legítima y hasta se ha tomado la molestia de explicar que es barata. Pero ¿resulta relevante dentro de las funciones del Ayuntamiento de Madrid? ¿Qué pensaríamos si esta institución, o cualquier otra, lanzara una web dedicada exclusivamente a confirmar las informaciones certeras de los medios? Pues eso.

 



domingo, 7 de junio de 2015

¿Lectores y/o periodismo?

Un hombre-estatua en el Rastro de Madrid
¿Fabricamos camisetas rojas o azules? La era de Internet y las redes sociales podría presentarse como el sueño de los productores ansiosos por satisfacer los gustos de la clientela y sin embargo suscita notable desconfianza entre los periodistas. ¿Pero rojas o azules? Hace unos cuantos años hubiéramos dicho que no nos importaba. Con nuestra modestia a cuestas, aspirábamos a cambiar el mundo. ¿Pero de qué color? Al despertar, el mundo de la información ha cambiado tanto que no lo entendemos. ¿Y entonces? 

No creo que el periodismo esté muerto, ni siquiera en crisis, aunque se hayan debilitado la predisposición y la fidelidad de los lectores. Informarse bien cuesta: requiere algo de de dinero, un poco de esfuerzo y bastante tiempo, un tesoro en la era de la fugacidad. ¿Algún lector entre el público? ¿Dispuesto además a pagar? Nuestros mejores deseos para una larga y bien remunerada jubilación ¿Qué podríamos  hacer por él? Ofrecerle un buen producto. ¿Y por los demás? Cambiar el producto para que les resulte más atractivo. ¿Y si tenemos que optar? ¿Clientes o visitantes? ¿Tráfico o atención? ¿Algún directivo entre el público?    

Varios destacados periodistas debatían este sábado por la noche en Twitter sobre las pantallas que en las redacciones muestran en tiempo real el flujo del tráfico en la web. Entre otros muchos (y probablemente más útiles) datos, reflejan el número de lectores de cada url y la duración media en ella. De momento, no consta que haya relación entre la permanencia de los lectores en cada noticia y la de los autores ante la pantalla. Tampoco se ha descubierto, al menos en EL MUNDO, a nadie clickando desde el móvil para ganar posiciones en la tabla.

martes, 26 de mayo de 2015

Somos los antisistema, ¿nos votas?

En este año de gracia electoral de 2015, los antisistema van a meterse, qué espanto, a hacer política. Ya no se trata de proclamar bajo la luna propuestas inspiradas en aquellos efluvios idealistas de Sol. Tampoco les basta con utilizar el altavoz del Parlamento Europeo, siempre dispuesto a cobijar formaciones marginales. Los no-representados aspiran a asaltar los cielos españoles y sin embargo tendrán que empezar por la ‘Operación Asfalto’.

Hace cuatro años me acerqué en varias ocasiones, como periodista y ciudadano, a observar qué se cocía al calor del 15-M. Donde al principio había una acampada de jóvenes fueron apareciendo parados en la madurez, jubilados, algunas familias con niños. Esa  mezcla a la que, cuando queremos criticar, etiquetamos como la gente, transmitía una indisimulable sensación de sueños derrotados. Pero contra el derrotismo exhibían, sin embargo, un impulso vibrante para reinventar la democracia de la que se sentían expulsados de facto.

La coexistencia de la crisis feroz (y tan desigualmente repartida) con la sensación de corrupción impune ha cambiado de tal manera la percepción que ni siquiera una dosis somnífera de consumo apagará las muy fundadas dudas sobre nuestra cohesión social. ¿Cuándo volveremos a comprar el indulgente mantra de que "en España se vive muy bien"?