lunes, 23 de julio de 2012

Gente "pa tó" (III): El hombre invisible no tiene bolsillos

A Rajoy nunca le atrajeron los superhéroes. No es que pensara, como Zapatero -vaya ocurrencia- que cualquiera puede dirigir un país. (Eso son insidias). Pero se consideraba un líder sencillo, sensato y sosegado hasta que la crisis se agudizó y empezó a sudar a la hora de la siesta. Asesorado por Superlópez, el jueves se disfrazó, todavía en prácticas, con una “L” transparente, de hombre invisible. Asistió por la mañana al debate en el Congreso sobre sus recortes y bien entrada la tarde a la aprobación en el Bundestag alemán del rescate bancario a España. Todo el día calladito. No le fue mal. Hizo doblete.

Carretera de cuatro carriles (E.  Hopper, 1956)
El presidente se permitió una licencia. A la hora del aperitivo, sorteando las vallas que protegen del pueblo insolente a los diputados nada ilustrados que ejercen la soberanía en su nombre, se adentró en el cercano museo de una baronesa viuda de un magnate de origen germano. Buscaba inspiración, quizá consejo, y se encontró de frente con el desconcierto. Donde hace un año lucía López, hoy impera Hopper. Donde inquietaban las avenidas fantasmales al amanecer, ahora deslumbran paisajes de tonalidades inventadas al caer la tarde. A Mariano le gustaría, aunque fuera de vez en cuando, sentarse a tomar el solillo de Edward Hopper. Y sin embargo, demasiado a menudo se siente, como el hombre de Antonio López, desnudo y rodeado de impúdicos comentaristas. Para eso, mejor invisible.  

sábado, 14 de julio de 2012

Gente "pa tó" (II): El superhéroe de la podadera

Se lo entregó entero, sin guantes ni dedicatorias, y a cambio, probablemente, reclamó la bula compostelana. Mariano Rajoy, registrador de la propiedad, confiado y cachazudo, no voló el domingo hasta Santiago para protagonizar la devolución de un códice resucitado de entre las tinieblas. Eso lo hacen los políticos, incluso algunos presidentes… Pecador en ciernes, peregrinó a Compostela buscando la absolución preventiva que el miércoles iba a permitirle afrontar el triste destino de pisotear en público sus propios principios y una parte nada despreciable de los derechos ajenos.  

Adiós a las bromas, se acabaron las promesas, ni un mal chiste sobre el precio de las chuches. Después de repasar mentalmente los 32 mandamientos para el rescate de la banca española , Rajoy fue ganando altura dramática en la tribuna hasta entonar el dilema existencialista que desde aquel turbio septiembre de Lehman Brothers acostumbra a amenizar los ajustes. “No podemos elegir”, proclamó quien precisamente había sido elegido para salvaguardar nuestra soberanía económica. Al ritmo del acuciante tic-tac del contador de la deuda, Rajoy enumeró con esmero y entre aplausos la retahíla de recortes. Y hasta una diputada meritoria, hija de un presunto y reincidente afortunado con la lotería, coronó la orgía adelgazante con un expresivo “que se jodan”. La Cámara Baja ya era un bar; la calle comenzaba a calentarse.  

jueves, 5 de julio de 2012

Gente "pa tó"

No habían pasado ni 24 horas desde que la “Biblia” del balompié, “France Football”, reclamara el Balón de Oro para Iker Casillas, cuando Stephen Hawking, qué osado, pidió el Nobel para Higgs entre la extrañeza y la desaprobación del público que aplaude a rabiar en los “reality shows”. Peter Higgs, inglés, 83 años, físico portentoso que va muy bien de cabeza. Un día atisbó durante un paseo una partícula lejana, diminuta y tan escurridiza que otros científicos armados con cañones de coste astronómico han tardado medio siglo en detectar su rastro.

Algo más rápidos, apenas emplearon un año, agentes de la policía escrutaban al mismo tiempo las propiedades de un electricista sospechoso de haber robado el Códice Calixtino de la Catedral de Santiago de Compostela. Encontraron el valioso manuscrito amontonado con otros incunables en una bolsa de basura, al fondo de un garaje utilizado como trastero. ¿Herejía o metáfora de estos días de feísmo industrial, de imperialismo plástico del todo a cien? ‘El  Tesoro del Chispas’ constaba también de algunas fruslerías distraídas al descuido y de un millón de euros, seguramente ajeno a la próxima subida del IVA, puede que confiado al dadivoso perdón de San Cristóbal Montoro.