sábado, 18 de enero de 2014

ETA pierde su guerra y se apropia de la paz

¿Y si en unos años el lehendakari fuera un militante de la izquierda abertzale sin vínculo, más allá de su ideología, con el entramado de ETA? ¿Y si defendiera, con el respaldo de sus votantes, la autodeterminación del País Vasco y la incorporación de Navarra a su territorio? ¿Sería una victoria de la democracia porque el separatismo vasco estaría expresando sus ideas sólo a través de la política? ¿O sería un triunfo del separatismo vasco por haber llevado sus planteamientos dentro de la legalidad hasta la máxima institución de su comunidad? Por ahora se trata de un supuesto de política-ficción, pero ilustra las lecturas contrapuestas de la situación actual.

-La derrota de ETA

La banda criminal anunció hace algo más de dos años su renuncia definitiva a la violencia. Es cierto que desde entonces no mata, secuestra ni chantajea, pero no ha entregado las armas ni se ha disuelto formalmente. Mientras, desde la cárcel, sus presos tratan de plantear la salida colectiva a la calle incluso aceptando uno por uno lo que siempre repudiaron: los beneficios penitenciarios aplicables a los delincuentes comunes.
Ni la autodeterminación del País Vasco ni la anexión de Navarra. Aplastados policial y judicialmente por el Estado, agrietados en su interior, los terroristas dejan las armas sin haber conseguido los objetivos por los que empezaron a matar durante la  dictadura de Franco. Se rinden. Todo esto es cierto y sin duda positivo, pero se trata de una interpretación incompleta.