viernes, 29 de enero de 2016

Una semanita en Españistán: Postureo torero

La imagen que Fran Rivera compartió en Instagram
Así lidia el presente un diestro con gesto incomprensible: las piernas atornilladas a la arena, el talle inclinado, la mano que baja la muleta… y, bien sujeto en el otro brazo, un lactante a modo de engaño para que todos embistamos entonando ‘escándalo’ a capella. Sea por reivindicar la conciliación al Bescansa style o por otorgar un renovado sentido al pase de pecho, Fran Rivera ha conseguido en airosa faena de dos días pegar un puntazo a la prudencia, templar la polémica y rematarla con una beberónica dedicada a los medios.

Pudo suceder, como asegura, que su abuelo toreara así con su padre, pase que su padre repitiera el numerito con él, perdónese incluso que el propio diestro ya bautizara en el pasado sobre el albero a su hija Cayetana. Pero, ¿compartir el debut de la pequeña Carmen en Instagram? ¡Este hombre, más que valeroso, es un inconsciente!

Tiene suerte Fran Rivera de que la imperante cultura de mirar y tirar no deja tiempo para detenerse en el texto. Porque la foto, como la muleta y la niña, sirve sobre todo para despistar. Entre las letras anida, cobijado por la almohadilla de la modernidad, el imborrable mensaje:  #orgullodesangre . Como debe ser. Orgullo, sangre, valores sin duda respetables que, de tan  manoseados, emanan un aroma a esa España de las esencias que decidió aparcarse en un apeadero del pasado. Y ahí sigue… Insuperable pereza.  

¿Suponen las críticas a Rivera, como sostiene él, un ‘ataque a la fiesta’? En absoluto, al menos esta, aunque fiesta a su costa, y con banderillas de castigo, no ha faltado. Le pasa, qué inocente, por invitarnos a su brindis dospuntocero. Sintió que la ocasión lo merecía. Una virginidad taurina al fin rota, un rito iniciático en familia, la emoción de Carmen, cinco meses y ya bendecida para la causa. Todo fue fantástico … y mejor hubiera sido en privado.  

El diestro midió mal la distancia para descubrir después, demasiado tarde, que el burladero de la tradición se encuentra abarrotado. No, no ha sido esta vaquilla berlanguiana sino la exposición pública de su cría lo que le ha encerrado contra las tablas. Fran Rivera seguirá recibiendo durante semanas almohadillazos desde las redes sociales por esta faena innecesaria, destinada a perdurar al menos tres cuartos de hora en la memoria colectiva.


Mientras tanto, el respetable reclama que continúe el espectáculo. Si en realidad no existió riesgo, como ha señalado en su defensa, Rivera incurrió entonces en pecadillo de postureo, que encarna la actualización edulcorada y light de aquel caduco escándalo público. Con todo, el torero sale vivo de este ruedo de reproches. Tras declarar en la Fiscalía, ha sido absuelto de imprudencia en aplicación, aquí sí, de la doctrina Botín. No se personó la acusación particular. La vaca que parió al novillo, que también era menor de edad, no se ha dignado decir ni mu.    

viernes, 15 de enero de 2016

Una semanita en Españistán: Antisistema somos todos

El bebé de Carolina Bescansa, ponga un retoño en su escaño, fue concebido (metafóricamente) por Alfred  Hitchcock y se llama McGuffin. Un truco narrativo con sillita y sonajero para mantener la atención hasta que la trama anudada en el escrutinio electoral encuentre un desenlace tal vez feliz. Una nota discordante, una pincelada blanca que momentáneamente alegra nuestra mirada a un paisaje antaño de trajes grises, aunque este periodista no soporte los shows televisivos que encandilan a la audiencia gracias al emotivo despliegue de talentos infantiles.

El niño del Congreso no es aún demagógico ni conciliador. Apenas representa una posibilidad, el preámbulo al prólogo, la vida por definir. Pero promete. El miércoles cumplió, todavía lactante y ya obediente, su primera misión: disimular cinco minutos las diferencias entre Sánchez e Iglesias, los progenitores que, según proclamaron por separado, estarían dispuestos a alumbrar un gobierno de izquierda.

Si en alguna aventura onírica o portuguesa se les apareció la carita de la proyectada criatura, ahora Pedro ejerce de picaflor y no parece Pablo entusiasmado con la expectativa de poner morritos y  arrimarse. Quizá por temor a que se les pase el arroz, estos padres a la fuerza acaben recurriendo a la fecundación asistida, pero a lo peor en vez de un gabinete acaban pariendo  varios, paralelos y luego consecutivos, en la misma legislatura. ¿Y el amor? Ahora mismo, ni mentarlo. ¿Y si luego hubiera divorcio? Reventará los audímetros.     

Sobre el escenario, con flashes y selfies, los hijos pródigos y pronto integrados de la transición se comportaron con un espíritu sobrevalorado de rebeldía imberbescente. ¿Cómo llevarán hacerse mayores? Adiós a rodear el Parlamento; al contrario, se encuentran dentro, forman parte del esclerotizado establishment, de eso que algunos políticos poliédricos definen ante un micrófono como ‘el Estado’ y en las competiciones deportivas, cuando vamos ganando, los ciudadanos llamamos ‘España’.

El desembarco de los antisistema en el Congreso se produjo, qué paradoja, dos días después del más corrosivo congreso antisistema. Tuvo lugar en Palma de Mallorca y se tradujo en lo que Leyre Pajín definiría, quedándose corta, como una conjunción planetaria de instituciones patrias. Allí coincidieron, unidos por su singular generosidad con los euros de todos, una Infanta y su afortunado consorte, un ex ministro, cargos autonómicos, ejecutivos de empresas públicas, expertos y aprovechateguis de fino pelaje. 'La escopeta nacional' coloreada en versión prosperidad, retransmitida en directo, comentada al instante por Twitter. Y gratis, como deberían ser todos los espectáculos populares.      

Camuflados con ropa de marca, los asistentes compusieron un gesto adusto, en apariencia respetuoso, al comparecer con fastidio para rendir cuentas. No hubo vinos ni canapés; el networking lo habían desarrollado por su cuenta años atrás. Como insinuaba el programa, las jornadas auspiciadas por el poder judicial se transformaron en una explosión controlada que tarde o temprano dejará víctimas. La  abogada del Estado, comisionada para defender a la Agencia Tributaria, certificó, en estos días de déficit, que el principio ‘Hacienda somos todos’ es un lema carente de valor jurídico. Ole, ole y ole. Jamás un programa electoral se atrevió a tanto.

El fiscal Horrach, defensor (según su Estatuto) de la legalidad y del interés público, se esforzó para que no se juzgue a la ciudadana Cristina de Borbón, aunque haya evidencias de que al menos disfrutó en su borbónica persona de los dineros fraudulentos derivados a las cuentas de su esposo. Un safari en África, fiestas infantiles, el catering de su cumpleaños… Una subversiva, la hermana del Rey. No contenta con los fondos asignados, disparaba con pólvora distraída al pueblo.

Cómo se te ocurre, Diego McGuffin Bescansa, posar como protagonista en este país del ‘sálvese quien pueda’. Lo más prudente es retirarse, alejarse por higiene un  Rato del sistema. 

viernes, 8 de enero de 2016

Una semanita en Españistán: El ocio del pueblo


La NocheViejuna amaneció con nubes transparentes. Hace unas décadas, demasiadas para nuestra memoria, aquella osada TVE se atrevió a programar un striptease de madrugada para concluir el programa de Año Nuevo y calentar las celebraciones privadas. Hace una semana, para terminar 2015, resonaron antes los comentarios que las campanadas. Y a continuación, lo mismo de entonces: champán ya sin fuelle, bailongo de agosto al ritmo de un regidor, el confeti decadente de una felicidad pregrabada y compartida a plazo fijo.

El empacho con la Pedroche supone, si acaso, un escándalo de vía estrecha. Un mal gusto inoportuno que en la era del porno por Internet apenas molesta, aunque invite a repensar qué consideran los programadores de televisión ‘entretenimiento’ y qué ‘para toda la familia’. (¿Con quién cenan ellos, tienen la tele puesta?) Un pellizco machista que desnuda en público nuestras oquedades cerebrales cuando, despojados de lo aprendido, decidimos desinhibirnos y montar fiestón, qué gozadera, aposentados en el sofá. Ocio para el pueblo, alpiste neuronal.   

Resulta, esto de la transgresión, cosa seria. Bien lo saben y practican los antisistema. Los que empezaron su viaje en Sol recogen -inmejorable signo de estabilidad- sus credenciales en el Congreso. Los que sostienen el alambre en Cataluña votaron y civilizadamente volvieron a votar sobre el funambulista que un anhelado amanecer protagonizará la erección de un Estado propio. Con su DNI, sus impuestos y sus embajadas ¡Viva la República de Nuestra Santa Gana! ¿Cómo no simpatizar? Merecen, sin duda, hasta un Defensor del Antisistema sufragado por crowdfunding

Ante semejante jaque, la primacía de la Corona en tiempos navideños descansa sobre una pugna de gustos. Demostrado parece que a las Magas no les favorece el traje de maja, que las ocas preferirían no desfilar hacia un futuro de foie, que el atuendo de algunos reyes de Madrid pinta más galáctico que monárquico. En la España del espectáculo, donde a un pícaro imputado se le concede autoridad en la gran pantalla, la fuerza de la imagen significa una tentación irresistible para simplificar, en modo cuñado, cuestiones complejas.

La apariencia de una cabalgata podría alimentar debates, incluso interesantes, sobre la evolución de los mitos infantiles, la coexistencia de tradición y modernidad, el respeto a las creencias en los Estados aconfesionales o el olvido colectivo del sentido original de la Navidad. Pero nos obligarían a razonar. A comienzos de año. Con la tripa llena. Casi de vacaciones.

Por el contrario, además de fea y friki (y admito enmiendas), la túnica de Gaspar es tan larga que tolera cientos de chistes, tan ilustrada que aguanta algún amago de afirmación solemne, tan pomposa que estalla en una polémica política. Tan práctica, en definitiva, que nos permite discutir como eminencias sobre su estética y ocultar nuestras limitaciones sobre cuestiones que de verdad importan. Y además quedar como reyes.