Empezó la Liga, comenzó la Vuelta Ciclista, concluyó la melancolía. Desde que los sudores deportivos vuelven a salpicar la siesta, Mariano Rajoy recupera el tono muscular en la Moncloa. ¿Vacaciones? Tuvo, como buen español, pero no acabó de disfrutarlas. Ni una mala foto, ni un periodista despistado al que regalarle unas evasivas… Una tarde estéril, sucumbiendo al aburrimiento, el superhéroe se enfundó el traje invisible y salió a caminar. A paso ligero rodeó rotondas hacia ninguna parte, vadeó con arrojo inhóspitos carriles para bicicletas, se adentró indolente en un centro comercial criminalmente refrigerado.
Durante un rato se entretuvo subiendo y bajando las escaleras mecánicas. Contracorriente, por mero espíritu transgresor. (Ganas de fastidiar, que dicen otros). Decidió dejarlo cuando, al esquivar a un jubilado en prácticas, golpeó con estrépito la fiambrera contra el pasamanos. Del interior cayeron algunas palabras: rescate, crédito, impuestos y, en fin, pensiones. Para su sorpresa, Mariano comprobó que ya casi nadie se asusta de nada. Trató de contar los locales comerciales vacíos, pero al llegar a la veintena se detuvo. ‘Las últimas rebajas antes de la subida del IVA’, prometían, apocalípticos, algunos carteles. Para animarse, compró La Razón. No decía nada de su tupper comunicativo. Pero, aferrado al canutillo de papel, se sintió reconfortado.
Empeñado en concluir su poema para Merkel, Mariano buscó inspiración en unas fiestas populares poco aptas para tecnócratas. Las raciones de pulpo surfeaban sobre una marejada de cerveza mientras, en un televisor sin volumen, el gráfico de la curva de la prima de riesgo se asemejaba a la etapa reina. “Para estar sin curro en casa, mejor aquí animando la economía”. La sabiduría popular, paquete básico, gratis para náufragos, ajustados y supervivientes, había saltado la barra y se derramaba sobre los parroquianos. “Ya te digo”. Cuando la conversación derivó hacia una generosa ayuda de 400 euros para los parados, el presidente invisible optó por escabullirse. “Qué bonita es España”, oyeron exclamar a ese periódico enrollado o que se balanceaba al alejarse con una fiambrera. “Pos vale”, le contestó el camarero, subcampeón provincial de gracejo en 2011 y retirado esta temporada para adiestrar a tertulianos del corazón.