lunes, 22 de mayo de 2017

El coche usado de Sánchez y otras claves para entender su victoria

Foto: Antonio Heredia/ EL MUNDO
A diferencia de Susana Díaz y Patxi López, Pedro Sánchez llegó el domingo por la tarde en coche a la sede socialista de Ferraz. Salió de madrugada al volante porque las primarias le han renovado la licencia para pilotar el viejo utilitario rojo del PSOE. ¿Sorprendente? No tanto si se observa con algo de distancia lo ocurrido desde que, en un país en el que casi nadie dimite, Sánchez renunció a su escaño y a su sueldo para iniciar una particular vuelta a España transformado en un mártir, un resistente, David en la carretera contra el sistema.  Arrancó despacio, pero su relato comenzó a adquirir velocidad hasta demostrarse imparable por numerosos factores. 

-Las bases de los partidos tienden a ser más radicales que sus cuadros dirigentes, salvo que la disciplina interna o la cercanía de unas elecciones aconseje moderación para intentar conquistar el centro. La primera era el objetivo a batir. Y, en cuanto a las urnas, no parecen cercanas en el calendario (salvo arrebato de Sánchez). Aun así, parece probable que  la inmediatez de unos comicios tampoco le hubiera pasado factura. Desde la fiereza de aquel agrio cara a cara en diciembre de 2015 con el presidente, el “no a Rajoy” ha calado muy hondo entre los militantes socialistas. 

-Susana Díaz se rodeó de barones y referentes del pasado para acompañar, en clave interna, su discurso esencialista. “100% PSOE” frente a “nuevo PSOE”. Tantas fotos con el poder de antaño, hoy perdido, contribuyeron a trazar una división entre el ayer y el mañana. Dirigentes y militantes ejercen distintos grados de influencia, pero en las primarias con sufragio secreto cada persona vale un voto. Y la base, como es obvio, pesa mucho más.

-La presidenta de la Junta castigó con un proyectil político muy poderoso a Pedro Sánchez. Ha conducido a los socialistas a los peores resultados de su historia. Es absolutamente cierto, pero como ese argumento podría proceder de cualquier partido rival, no termina de ser interiorizado por los militantes del suyo. Cabe una última objeción en clave demoscópica: ¿es responsable Sánchez de que en 2011, cuando él era un desconocido, emergiera una amenazadora alternativa a la izquierda del PSOE? A la vista de esa herencia recibida, ¿son justas las comparaciones?

-Las críticas a la inconsistencia de Pedro Sánchez han regresado como un boomerang contra Susana Díaz. Si pensaba eso de él, ¿por qué le apoyó frente a Eduardo Madina en las anteriores primarias, en julio de 2014? ¿Por qué, una vez distanciados, no le hizo frente de forma visible y eficaz antes de forzar su caída pública en el Comité Federal? Nunca lo ha explicado de forma convincente. Por su parte, la Gestora sólo construyó el relato de abstención con los hechos consumados y hasta anunció sanciones para quienes por coherencia no la votaron. Mala vía para convencer.  

-“Tu problema eres tú”, espetó Díaz a Sánchez antes de enumerar las personas de su entorno que le han ido abandonando. Él, por el contrario, invocó repetidas veces el respeto debido a la militancia. La decisión de consultar los pactos poselectorales, por inconcreto que fuera el planteamiento, por inusual que pareciera en la tradición socialista, le ha blindado con una armadura a prueba de soledades.

-La abstención por Rajoy se ha transformado ocho meses después en un "no" a Díaz. El apoyo por omisión al actual presidente justificado en la estabilidad no debería haber inspirado, a priori, semejante cisma en un 'partido de Gobierno'. Pero el impacto de la recesión, los recortes de la primera legislatura del PP y la irrupción de nuevas fuerzas generaron un marco de pensamiento "el presidente contra todos, todos contra el presidente" que se demostró inmutable hasta la repetición de los comicios. La aritmética parlamentaria acabó entonces de envenenar el dilema: ni Sánchez podía apearse ya de su visceral "no es no" ni, al haber resistido el "sorpasso", los barones tenían poder para obligarle a cambiar de rumbo. Y llegaron las segundas elecciones, y la primera sesión de investidura y, por fin, el traumático sábado 1 de octubre. 


-Tan importante como la abstención en sí misma ha sido la violenta e impúdica vía elegida para decidirla.  El golpe de palacio dejó heridas que aún supuran. A ojos de los militantes, exhibió a un político derrotado, quizá equivocado pero coherente, víctima de la actuación en la sombra de quien inmediatamente después de expulsarle del poder interno se ofreció a “coser el partido”. ¿A quién de los dos compraría un militante un coche usado? Esta pregunta, tan manida para evaluar la confianza personal, resulta muy pertinente. Porque los socialistas de a pie elegían el domingo en las primarias precisamente al vendedor. La renovación del vehículo de la socialdemocracia, que ha reivindicado sin fortuna Patxi López, sigue pendiente. 

-La evolución política de los últimos meses tampoco ha ayudado a Susana Díaz. Los descubrimientos de nuevos y graves casos de corrupción en el PP han convertido en vergonzante entre los votantes socialistas la posición de la Gestora y de su representación parlamentaria pese a las concesiones arrancadas al PP. La negociación de los Presupuestos está reflejando, además, que Sánchez tenía su parte de razón cuando invitaba al presidente del Gobierno a construir una mayoría sin el PSOE.

-Por sus sesgos sobre grupos de edad y acceso a Internet, las redes sociales no deben interpretarse sin precauciones como un termómetro electoral. Pero, al igual que ocurre con Unidos Podemos, sirven de indicador no de “cuánto”, sino de “cómo”. Parece lógico que los seguidores de Sánchez, alejados de otros ámbitos de influencia, fueran más activos. Pero esa implicación reflejaba un sentimiento profundo: compromiso, energía espontánea, capacidad de movilización. 

-Una de las lecturas políticas más trascendentes del 15-M fue su capacidad para generar un cauce político de indignación a partir de un malestar latente y silencioso. Desde entonces, atravesamos una etapa pública de tripas y emociones. Una época en la que tocar la tecla del corazón añade posibilidades de éxito político. Sánchez lo hizo, prometió "futuro"; Díaz se ancló a las raíces del partido, al tópico socialista y andaluz. La presidenta de la Junta se propuso alejarse de "los indignados" y acabó llenando de indignados su propio partido.   

-El descrédito de numerosas instituciones por su actuación antes y durante la crisis ha motivado la identificación –exagerada- de la democracia representativa con una componenda de las élites. Y todo eso redunda, de forma indirecta, en un renacido entusiasmo por la democracia directa. Ambas vías pueden sostener aciertos y errores, pero otra vez Sánchez hizo una lectura más correcta que Díaz. ¿Puede un partido político, especialmente si se sitúa en la izquierda, despreciar a la altura de 2016/17 la opinión mayoritaria de sus militantes? 

¿Y ahora? Que la resurrección de Sánchez sea comprensible con estas claves no implica que, a medio plazo, resulte positiva para el Partido Socialista ni para España. Los bandazos que con justicia se le han reprochado tampoco permiten anticipar qué carretera escogerá. Esa historia se encuentra todavía por escribir. Pero estas primarias implican que las instituciones (en especial Congreso y Senado) donde está presente el PSOE van a reflejar mejor la sensibilidad política de un sector representativo de la ciudadanía. Y eso suele traducirse en un mayor reconocimiento de su legitimidad.