Capítulo
1: Putoamo no tiene manías
Noventa minutos y la gloria. Quizá otros treinta, quizá el fracaso. Ciento veinte y la agonía… La lotería de los penaltis. El momento de los listillos: “Su siete siempre lo tira a la derecha”. Su siete estará entonces tan tieso que será incapaz de distinguir una pierna de la otra. Además, de eso se encarga Putoamo, alguno parará… Mi problema somos nosotros. No-so-tros. El primer mandamiento del míster. Hacer lo entrenado aunque salga mal. Aun-que-sal-ga-mal. Todos han apuntado en este papel y prometido, pro-me-ti-do, por dónde lo tirarán. No quiero riesgos.
Perder
una final es una auténtica putada…
Al principio, nadie valora lo que ha costado llegar. Luego, que si justo o
injusto; da igual, el resultado es el resultado y punto. Merecido o no,
ya da igual… El linier se comió el orsay,
aquel estúpido resbalón del central, la bola que rebota, el portero
tirándose a un lado y mirando cómo entra por el otro… Veteranos,
internacionales, algunos llorando, la cara tapada por las toallas. En una
esquina, embaladas “para la eternidad”, no te jode, las camisetas de la
celebración… Me
quedé allí, derrumbado sobre un banco, agarrado a una botella cerrada de
champán, rodeado de silencio, hasta que Putoamo vino a buscarme.