jueves, 23 de agosto de 2012

Gente "pa tó" (V): "Yo no soy un chisgarabís"

Empezó la Liga, comenzó la Vuelta Ciclista, concluyó la melancolía. Desde que los sudores deportivos vuelven a salpicar la siesta, Mariano Rajoy recupera el tono muscular en la  Moncloa. ¿Vacaciones? Tuvo, como buen español, pero no acabó de disfrutarlas. Ni una mala foto, ni un periodista despistado al que regalarle unas evasivas… Una tarde estéril, sucumbiendo al aburrimiento, el superhéroe se enfundó el traje invisible y salió a caminar. A paso ligero rodeó rotondas hacia ninguna parte, vadeó con arrojo inhóspitos carriles para bicicletas, se adentró indolente en un centro comercial criminalmente refrigerado.

Durante un rato se entretuvo subiendo y bajando las escaleras mecánicas. Contracorriente, por mero espíritu transgresor. (Ganas de fastidiar, que dicen otros).  Decidió dejarlo cuando, al esquivar a un jubilado en prácticas, golpeó con estrépito la fiambrera contra el pasamanos. Del interior cayeron algunas palabras: rescate, crédito, impuestos y, en fin,  pensiones. Para su sorpresa, Mariano comprobó que ya casi nadie se asusta de nada. Trató de contar los locales comerciales vacíos, pero al llegar a la veintena se detuvo. ‘Las últimas rebajas antes de la subida del IVA’, prometían, apocalípticos, algunos carteles. Para animarse, compró La Razón. No decía nada de su tupper comunicativo. Pero, aferrado al canutillo de papel, se sintió reconfortado.

Empeñado en concluir su poema para Merkel, Mariano buscó inspiración en unas fiestas populares poco aptas para tecnócratas. Las raciones de pulpo surfeaban sobre una marejada de cerveza mientras, en un televisor sin volumen, el gráfico de la curva de la prima de riesgo se asemejaba a la etapa reina. “Para estar sin curro en casa, mejor aquí animando la economía”. La sabiduría popular, paquete básico, gratis para náufragos, ajustados y supervivientes, había saltado la barra y se derramaba sobre los parroquianos. “Ya te digo”. Cuando la conversación derivó hacia una generosa ayuda de 400 euros para los parados, el presidente invisible optó por escabullirse. “Qué bonita es España”, oyeron exclamar a ese periódico enrollado o que se balanceaba al alejarse con una fiambrera. “Pos vale”, le contestó el camarero, subcampeón provincial de gracejo en 2011 y retirado esta temporada para adiestrar a tertulianos del corazón.

“Qué bonita es España”. Mariano ha repasado hoy nada más comer, con letra caligráfica, anterior a la LOGSE, el encabezamiento de su misiva a Angela. Y de repente se ha preguntado si a la canciller le gustaría jubilarse en nuestro país.  Emociones no faltan.  Jornaleros que asaltan supermercados y piscinas de hotel en nombre del pueblo, empresarios estafadores que juguetean con la Justicia, ex banqueros corruptos que fundan partidos… “España es el paraíso de las oportunidades; yo mismo tuve varias…” En un ataque de buenos sentimientos, inspirado por el Códice Calixtino, por el Rocío Chico o por el sutil asesoramiento de Superlópez, ha añadido una profunda, sentida reflexión personal. “A veces estamos siempre pensando en lo material, y al final los seres humanos somos sobre todo personas con alma y sentimientos, y esto es muy bonito, y me reconforta mucho”. Al oír una puerta que se abría cerca de su despacho, ha escondido el folio en el último cajón, justo debajo del álbum de cromos de la Liga.

“Es la retratista, presidente”. Mientras posaba, por fin la última sesión, el presidente ha ido repasando el dossier de Prensa. Un príncipe británico en bolas. Un activista con asilo diplomático por festejar la noble causa de la libertad de Prensa ejercitando presuntamente las habilidades de su entrepierna para acceder sin permiso a sitios desprotegidos. Las descarnadas críticas  –vaya lío- a la probable excarcelación, debido a un cáncer terminal, de un etarra torturador sin atisbos de arrepentimiento. Flojo, acomplejado, relativista...le llaman, a él mismo, aprendiz de superhéroe, en medios afines. “Pues vaya amigos”. Cuando la pintora octogenaria le ha pedido que levantara la vista, ha comprobado con estupor que bajo su rostro aparecía la cara borrosa de José Luis Rodríguez Zapatero. “Ese no soy yo". "Es que he restaurado el anterior”. “Lo dicho, prefiero ser invisible”.

“Debe ser cosa de meigas. Yo no soy un chisgarabís”, ha intentado consolarse mientras contemplaba, ya en el despacho, aquellas fotos del día en que fue designado sucesor por Aznar, ese auténtico superhéroe que se viste por los pies, que combatía infatigable el mal desde el orto –con perdón- hasta el ocaso. “¿Puede un presidente ser relativista, Elvira?” “Pregunta a Zetapé”. “Perdone la molestia, un minuto... ¿Puede un presidente de derechas, como Dios manda, usted ya me entiende, ser relativista?” “Todo es relativo, pero estoy absolutamente convencido de que cualquiera puede ser presidente, o hasta ex presidente, incluso yo.”   “Pos vale, muy amable”.  A lomos de su bicicleta estática, con una camiseta de Iker Casillas y la mirada fija en el pelotón que desfila sobre la pantalla LED, el superhéroe de la podadera pedalea en solitario con gesto fatigado. Ni siquiera él sabe cómo y cuándo llegará a la meta.

Capítulos anteriores

Capítulo 1: Gente pa tó
Capítulo 2: El superhéroe de la podadera
Capítulo 3: El hombre invisible no tiene bolsillos
Capítulo 4: La fiambrera de las palabras resecas

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