jueves, 5 de julio de 2012

Gente "pa tó"

No habían pasado ni 24 horas desde que la “Biblia” del balompié, “France Football”, reclamara el Balón de Oro para Iker Casillas, cuando Stephen Hawking, qué osado, pidió el Nobel para Higgs entre la extrañeza y la desaprobación del público que aplaude a rabiar en los “reality shows”. Peter Higgs, inglés, 83 años, físico portentoso que va muy bien de cabeza. Un día atisbó durante un paseo una partícula lejana, diminuta y tan escurridiza que otros científicos armados con cañones de coste astronómico han tardado medio siglo en detectar su rastro.

Algo más rápidos, apenas emplearon un año, agentes de la policía escrutaban al mismo tiempo las propiedades de un electricista sospechoso de haber robado el Códice Calixtino de la Catedral de Santiago de Compostela. Encontraron el valioso manuscrito amontonado con otros incunables en una bolsa de basura, al fondo de un garaje utilizado como trastero. ¿Herejía o metáfora de estos días de feísmo industrial, de imperialismo plástico del todo a cien? ‘El  Tesoro del Chispas’ constaba también de algunas fruslerías distraídas al descuido y de un millón de euros, seguramente ajeno a la próxima subida del IVA, puede que confiado al dadivoso perdón de San Cristóbal Montoro.

El Códice Calixtino, sostienen canosos expertos, es algo así como la primera guía –precedente de Google Maps- del camino de Santiago. Una ruta de peregrinación hacia el lugar sagrado donde reposan los restos de un santo que probablemente nunca llegó allí. Da igual; el diablo se esconde en los detalles. Porque andando, andando, por aquel camino de fe florecieron a lo largo de siglos el arte, el comercio y hasta una cierta idea de Europa anterior a Twitter. Así que los avispados obispos españoles se apresuraron a emitir un comunicado ofreciendo una tregua a Higgs. Su “partícula Dios”, dijeron, el cemento de la materia, no amenaza la incomparable obra del Creador. Y firmaron un empate: la paz del politeísmo, donde los dioses ni se crean ni se destruyen, tan solo se transforman, como las veneradas reliquias del electricista.

Del arte al comercio también transitaba el martes por la noche una atildada baronesa que se definió con garbo como “poco gastosa” y necesitada de "cash". Otro drama de la crisis. Señora seria con museo y buenos informes vende paisaje inglés. Y picaron. “La esclusa" de Constable, subastada en Christie´s, se abrió para derramar 24 millones de liquidez, cantidad suficiente para comprarse unas cajas de ahorros o alquilar para una exposición temporal un manojillo de pelos del bigote incorrupto de Vicente del Bosque.     

‘Ha habido suertecilla’, concedía el seleccionador a la mañana siguiente de que sus chavales, modositos jugadores de parchís, destrozaran aquella caduca y estúpida identificación entre el deporte y la vida sana. Tenía razón; no hubo víctimas  en el autobús ni desaparecidos bajo el escenario. Prudente y sosegado, el míster posaba con jovencitas que idolatran en él los atributos de Job que años atrás despreció el pujante Florentino. Y el presidente constructor, y el santurrón imperturbable, y la baronesa atribulada, y un electricista gallego, y hasta un físico inglés reclamaban a Angela Merkel la inmediata canonización de San Iker, santo laico y eterno inspirador de los códices deportivos venideros, capaz de imponer las manos a cualquier partícula redonda y escurridiza que vuele en rotación perpetua a la velocidad de la luz.

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