domingo, 7 de junio de 2015

¿Lectores y/o periodismo?

Un hombre-estatua en el Rastro de Madrid
¿Fabricamos camisetas rojas o azules? La era de Internet y las redes sociales podría presentarse como el sueño de los productores ansiosos por satisfacer los gustos de la clientela y sin embargo suscita notable desconfianza entre los periodistas. ¿Pero rojas o azules? Hace unos cuantos años hubiéramos dicho que no nos importaba. Con nuestra modestia a cuestas, aspirábamos a cambiar el mundo. ¿Pero de qué color? Al despertar, el mundo de la información ha cambiado tanto que no lo entendemos. ¿Y entonces? 

No creo que el periodismo esté muerto, ni siquiera en crisis, aunque se hayan debilitado la predisposición y la fidelidad de los lectores. Informarse bien cuesta: requiere algo de de dinero, un poco de esfuerzo y bastante tiempo, un tesoro en la era de la fugacidad. ¿Algún lector entre el público? ¿Dispuesto además a pagar? Nuestros mejores deseos para una larga y bien remunerada jubilación ¿Qué podríamos  hacer por él? Ofrecerle un buen producto. ¿Y por los demás? Cambiar el producto para que les resulte más atractivo. ¿Y si tenemos que optar? ¿Clientes o visitantes? ¿Tráfico o atención? ¿Algún directivo entre el público?    

Varios destacados periodistas debatían este sábado por la noche en Twitter sobre las pantallas que en las redacciones muestran en tiempo real el flujo del tráfico en la web. Entre otros muchos (y probablemente más útiles) datos, reflejan el número de lectores de cada url y la duración media en ella. De momento, no consta que haya relación entre la permanencia de los lectores en cada noticia y la de los autores ante la pantalla. Tampoco se ha descubierto, al menos en EL MUNDO, a nadie clickando desde el móvil para ganar posiciones en la tabla.

Más allá de los chascarrillos, el dato que no aparece –ni debería- es el del tiempo invertido en la elaboración de la información. Cada vez son menos las ediciones digitales que funcionan como una segunda vía para difundir informaciones copiadas del papel y al mismo tiempo surgen nuevas webs dispuestos a repartir comida rápida condimentada con algún ingrediente de actualidad. En medio, la esperanza profesional de los periodistas debería descansa sobre esos trabajos elaborados que, además de prestigio, generan tráfico.

No hace tanto que los informadores nos sentíamos especialistas en descubrir, jerarquizar, resumir y hacer comprensible lo que ocurría en el planeta. Pero el acceso casi directo al conocimiento que brinda Internet ha desembocado en la emancipación del lector. Desprecia las recetas o simplemente se cocina el menú a su gusto. Y ahí andamos, mirando una pantalla para ver qué come y cómo llevárselo a casa.


Bienvenidos, sin duda, esos datos, siempre que no eliminen otros criterios. ¿Es sostenible un periodismo sin lectores? No. ¿Es sostenible un periodismo al gusto de los lectores? Quizá, pero será otra cosa. ¿Camisetas rojas o azules? Las respuestas son más inquietantes que las preguntas. Porque la tentadora tendencia hacia el éxito individual de cada artículo puede conducirnos colectivamente al fracaso. Así que el color de las camisetas casi es lo de menos.


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