miércoles, 3 de agosto de 2016

Ficcionario: Chinquete

No consta que hubieran visto “Verano Azul”, ni en castellano ni en chino mandarín, pero Yang Wu y Wu Ping resistieron durante tres años sin luz, agua ni gas antes de abandonar en primavera de 2007 su vetusta vivienda en la localidad de Chongqing. Resistieron rodeados por un foso de cinco metros de profundidad y más de 15 de diámetro, resistieron varados en un embarrado solar en obras, resistieron presionados por la promesa de una felicidad planificada en despachos inmisericordes.

                    La casa-clavo de Yang Wu y Wu Ping
Foto compartida en http://multido.blogspot.com.es/ 
Todo cabe en la ancha China. Desde una réplica de la Torre Eiffel rodeada de huertos a las casas-clavo que encarnan entre avenidas la Numancia del comunismo de mercado, si es que ese Frankenstein ideológico-pragmático permite una clasificación. Viviendas que arraigaron en un pliegue espacio-temporal formado en la extraña evolución desde el arroz y la supervivencia al epatante centro comercial, en un desvío del camino entre el mercadillo local y los mercados globales. Sus ocupantes no quisieron marcharse cuando el crecimiento económico superaba anualmente las dos cifras –el 14,2% en 2007- y se mantienen como fantasmas que rememoran las escaseces pretéritas cuando ya no alcanza el 7%.   


Yang Wu y Wu Ping no fueron, pese a todo, desinteresados clickealistas en un país sometido al antipático control estatal. Emprendieron un provechoso viaje de la propiedad a la prosperidad, esgrimiendo como alumnos aventajados del capitalismo sus derechos para elevar la compensación de los promotores hasta una cifra estimada en unos 240.000 euros. Resistir para enriquecerse. La nueva ideología china.  

Peor parado salió el profético Chanquete. Plantó cara a las inmobiliarias pero claudicó, quién no, ante la muerte. Camino del cementerio, abandonó la barca y perdió hasta el huerto aunque al menos ganó la vida eterna en horario de tarde. Cada dos o tres veranos resucita en el archivo y al frente de su cuadrilla con flequillo y bicicleta nos echa en cara la predisposición a vendernos al ladrillo que primero nos hizo ricos y después, amarrados por los pies y las hipotecas, nos ha arrastrado por el lodo de las deudas.

Como tantas tragedias griegas, y no hace tanto hemos visto algunas, su revolucionario "no nos moverán" está condenado a repetirse en vano ad infinitum. Porque una reposición tras otra, la guitarra con mensaje se apaga al mismo tiempo que el “Carpe Diem” estival, víctimas ambos de la conspiración del calendario con esos inviernos en que RTVE se queda sin fondos.


A diferencia de la casa de los chinquetes Yang Wu y Wu Ping, finalmente derribada, ‘La Dorada’ del pescador iconoclasta se trasplantó junto a una rotonda de Nerja, donde sobrevive irredenta aunque rodeada por hostiles apartamentos. Los tomates más cercanos se concentran en los lineales de un supermercado. Algún turista inocentón sonríe al hacerse una foto ante la barca-clavo, pero es imposible evitar que los edificios de apartamentos se infiltren por una esquina del encuadre. Queda claro quién ha ganado.  

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