lunes, 9 de mayo de 2011

El retorno de los periodistas

Pensé que tal vez en la campaña, pero no ha habido suerte. Las celebrities –ayer Lady Gaga, hoy Rihanna, mañana… -siguen sumando minutos entre las noticias hasta consolidar una presencia que para sí querría Cayo Lara. Hace ya más de un año que los sorprendentes vídeos de Youtube, convenientemente meneados, comenzaron a asaltar   hasta los titulares de los informativos de televisión. No, no estoy en contra, también he padecido la presión del audímetro, no soy un periodista-circunspecto-y-horrorizado por la degradación de los incultos-y-morbosos-espectadores que nos venían reclamando insistentemente el divorcio. El veneno, supongo, está en la dosis. Y da la impresión de que las famosas de terso cachopo ya gozan de sección propia pese a que, por el extremo opuesto de la escaleta, llegan empujando, programa en mano, los políticos. Ahora dos  semanitas, bien cronometradas por imperativo legal, más decenas de mítines por delante en la recta final hacia 2012.  

Y en medio, trampas de la profesión, los periodistas. Hasta ayer abrumados por las tristes vicisitudes de un pésimo 2010, hoy combatiendo los recortes que vendrán. Pero, si no es un espejismo, conquistadores de una esquinita en las mismas redes sociales que nos colaron sus contenidos. Semanas atrás, Facebook puso en marcha diversas iniciativas que han llevado a más de 50.000 informadores hasta una página creada específicamente para ellos. Ya pueden, además, publicar para la inmensa población de la red social. “¿Me se oye, me se escucha…?”.

Mientras tanto, Twitter, que era desde hace tiempo una extenuante factoría de “últimas horas”, se ha consolidado como un centro de búsqueda de fuentes, como un foro de debate y reivindicación profesional (#sinpreguntasnohaycobertura), y como una divertida redacción movilizada por el compañerismo, divertida en la coña y, alguna madrugada, sacudida por las inevitables trifulcas.

Nunca fui un fanático de la Red, tampoco su detractor. Simplemente, entre tanta noticia, no encontré tiempo para darme cuenta de su significado. Al igual que muchos políticos, ahora acelero para incorporarme a ese mundo virtual que me iba rodeando. Descubro tarde y mal que hay mucha vida ahí dentro, tanta que ha derribado las antiguas fronteras con nuestra palpable y caduca realidad.  El sábado, el director de El Mundo, Pedro J. Ramírez, cruzó el umbral entre Internet y la calle para reunir en una exitosa #quedadapj a un centenar de sus seguidores en Twitter. Los invitados salieron encantados por la magia del contacto directo. Como él, responsables de otros cualificados medios van trabando conversación cada día con sus lectores. Reciben preguntas, tal vez buscan respuestas para el futuro.   

Entre las zozobras empresariales, entre las incertidumbres de esta industria puñetera, puede florecer la esperanza de los informadores. La actualidad, hay que decirlo, ha jugado a favor. Las revueltas árabes, el acoso a Gadafi, el tsunami en Japón, el desafío futbolístico en cuatro actos, la afilada lengua de Mourinho, la boda de Guillermo con  Kate, la elegancia de Pippa, la muerte de Bin Laden y el visto bueno final a Bildu han resucitado el gusto por las noticias y la autoestima de quienes las elaboran, convencidos de que, en medio del oleaje, desempeñan una función importante. Yo lo he vivido desde el sillón y estoy orgulloso. Gracias, periodistas. Pero permitidme una humilde petición: no todo va a ser Lady Gaga, dadnos diez segunditos de Cayo Lara.  

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