Evoca la casa de Alba ecos de legendarias batallas, de aterradores desmanes en Flandes, de duquesas descaradas que posaron, seguramente en cueros, para pintores atormentados. Su historia atraviesa las enciclopedias, esos libros antiguos y polvorientos condenados al trastero, confundiéndose con la de España entre armaduras, latifundios, mantillas y trajes de luces.
Atraviesa Cayetana nuestra existencia reciente amenizando tantas semanas las revistas de papel cuché y los programas del corazón. Se casó con el aristócrata Luis Martínez de Irujo, ante 3.000 invitados, en 1947, cuando la posguerra amainaba y la dictadura comenzaba a hacerse eterna. Después de enviudar se desposó con Jesús Aguirre, culto y ex jesuita, en 1978, aquel año emblemático en que crestas y libertades alboreaban la movida. Este mediodía otoñal, en las postrimerías del zapaterismo, viuda de nuevo, ha contraído matrimonio en familia con un funcionario de la Seguridad Social , Alfonso Diez. Y mientras en el canal Cuatro Marta Fernández comentaba con su incomparable gracia el enlace, un rótulo sobreimpresionado anunciaba el programa de la noche. “Granjero busca esposa”. Abajo las clases sociales, asedio a los aposentos de la nobleza.
Enlaza la duquesa en su cintura la elegante vida cortesana con la obligada supervivencia de los plebeyos. La rigidez de la etiqueta con la castiza tortilla de patata que incluyó en el menú, la devoción por la herencia recibida con la personal determinación de invitar al casorio a las antiguas parejas de sus hijos. Una boda tejida entre metáforas y eufemismos en un país sacudido por directivos saqueadores, curritos escaqueados y promesas electorales que se desvanecen en las urnas antes de ascender al cielo.
Avanzaba el mediodía y a las puertas de palacio de Dueñas posaba la grande más grande de España -con permiso de la selección de fútbol-, vestida de color salmón, bailando descalza una rumba para deleite de sus agradecidos vecinos sevillanos. Princesa en pins y camisetas, antaño musa en topless, hoy protagonista de una estampa impostada, excusa para media hora de frivolidad que nos oculte las cifras rojas y el fracaso de nuestros desteñidos anhelos de grandeza.
Arrojaba la novia su ramo nupcial de un revesillo que no ocasionó mayores consecuencias que el entusiasmo de la receptora, una joven que contemplaba en primera fila el airoso desenlace de tan infelices embrollos familiares. Molinos que parecían gigantes, o viceversa, rumores de picaresca silenciados para siempre por el reparto previo de la herencia. Y a celebrarlo, que la vida son dos días, y uno laborable, como este miércoles festivo en la casa de Alba.
Sentenciaba hace un tiempo la contrayente que cuando conoció a su Alfonso, 25 años más joven, supo que se había olvidado de la soledad. Todo tan humano... Católica y muy católica, contraria al divorcio y al aborto, fue a la guerra contra sus hijos, saltó por sus ovarios al altar. A pesar de sus 85, a despecho de críticas y comentarios, a caballo entre un pasado esplendoroso y un presente de achaques. Rompiendo una lanza por todas las aburridas abuelitas que, para disgusto de escandalizadas nueras, una tarde de chocolate y churros anuncian que se han echado un amigo, presunto aprovechadete, cuando bailaban una lambada en el asilo.
5 comentarios:
Muy bueno.
Gracias por leerlo, comentarlo y compartirlo. Debajo de una historia en apariencia distante y aristocrática hay elementos tan humanos...
Me gustan más este tipo de post q los sesudos de política. Tienen...otro aire
Sin duda, estos son más divertidos. Pero de todo hay... En todo caso, gracias por leerlo y comentarlo.
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