viernes, 30 de septiembre de 2011

Las batallas pendientes del periodismo

No lo váis a creer, pero ayer vi gente haciendo cola por un libro. Incluso gente joven, lo prometo. Es cierto que lo regalaban y el gratis-total, en España, nunca falla. Pero hubo un sorprendente llenazo en la Asociación de la Prensa; será cosa del paro en el gremio. El “Libro negro del periodismo” trata del declive de las empresas informativas, del oficio y de los profesionales debido, entre otras muchas razones, a la competencia de Internet y de los nuevos soportes gratuitos. Por cierto, en la portada aparecen Belén Chiloeches y Alonso Trenado durante la última emisión de “Economía 21”, uno de los programas de CNN+.  A la presentación acudieron además algunos compañeros de aquella tele, fue una especie de cálido funeral en familia.

El mundillo periodístico se divide entre pesimistas (“vamos al desastre”) y optimistas (“ya estamos en él”), entre indignados (“nos explotan”) y resignados (“pero tenemos trabajo”), entre apocalípticos (“se acabó”) y directamente desintegrados (“me buscaré otra cosa”). Stop. Hasta aquí. Lo peor del libro, los incontestables datos analizados  por el autor, Bernardo Díaz Nosty. Lo mejor, la corrosiva acidez de El Roto y  algo poco frecuente: autocrítica.

Los fracasos empresariales, la cercanía a los poderes y la infidelidad de los lectores están perjudicando de forma evidente al periodismo. Pero nosotros también perdemos el rumbo. Confundiendo el interés del público con su protagonismo informativo. Aprecio de todo corazón al vecino del quinto, por supuesto escribo para que me entienda, escucho gustoso sus opiniones y hasta las comparto en algunos asuntos que nos afectan  a ambos como pueblo llano. Pero, sin menospreciarle, mi profesión se basa en localizar y en valorar la voz del experto. Y después ya trataremos de menear la información, de viralizarla, de hacerla popular.   

Esta semana hemos asistido al impetuoso ascenso a la efímera gloria televisiva de un supuesto inversor que se regocijaba en la BBC de la dictadura de los mercados. Lo siento por el periodista engañado, lamento que con las prisas estas cosas puedan –aunque no deban- pasar. Lo más interesante fue la segunda parte. Todos, actuando como audiencia activa, convertimos al farsante en “trending topic” en Twitter. Correcto y muy democrático. Pero no desde el punto de vista profesional. Nuestro código es distinto. Lo que celebrábamos como público, un testimonio disparatado  pero verosímil, nos sepultaba al mismo tiempo como periodistas. El entrevistado carecía de la cualificación profesional requerida.

Una juiciosa predicción subraya la inevitable precariedad de todos los oficios que pueden ejercerse eficazmente de forma amateur. Uno de ellos, obviamente, el de informador. A diferencia de otros compañeros, creo en el valor del llamado periodismo ciudadano. Pero como fuente; si puedo, el contexto lo pongo yo: es mi valor añadido. El futuro de esta profesión puede pasar no sólo por la generación de contenidos, sino por el criterio para filtrarlos y recomendarlos. La prescripción.

¿Se  está muriendo el periodismo? No. Ni el viejo, ni el nuevo. Sin pretensión de exhaustividad, en las últimas horas he leído un interesante reportaje desde Siria una entrevista sin reservas con el imprescindible Enric González y dos sugerentes posts (el primero y el segundo) sobre las próximas tendencias en los medios online. Los recomiendo, es mi oficio. ¿Libro negro? Algunos funerales acaban en fiesta. Ayer no, quizá otro día. Todavía respiramos.   



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