Con el paro acelerando a ritmo de récord mundial, con la recuperación económica sumida en su perpetua espiral de incertidumbre, la esperanza consumista descansa cada amanecer en el bajo coste. (Perdón por el anuncio, pero es coherente con el post). Desde que hace unos meses comencé a indagar tangencialmente en el comercio electrónico al hilo de las tendencias de Internet, mi buzón se ha convertido en una butaca (barata) con visibilidad reducida a la felicidad (pasajera).
Compartir emociones, contar experiencias, ganar seguidores, captar clientes, eternizar fidelidades. Hace unas semanas envié el ridiculum vitae a un portal de cupones de descuento. Buscaban redactores para los textos de sus ofertas. No me seleccionaron –lo lamento, parecía interesante- pero a cambio disfruto diariamente de las breves obras efímeras de auténticos maestros de la narrativa publicitaria.
“Vas siempre como un pincel y cuidas de tu casa al detalle, pero al final se te amontonan las camisas sobre la silla y las pelusas bajo el sofá”. Realismo sucio en tono comprensivo para ofrecer 3 horas de limpieza y plancha. ¿Cómo regalárselo a un amigo sin insinuar que es un poco marranete? La preocupación por la higiene puede resultar obsesiva. Un diario de tirada nacional promociona hoy una jarra purificadora que mejora la calidad del agua del grifo y, junto a ella, un humidificador con polvo de iones para eliminar el polvo del aire. Y además cuenta noticias (el periódico, no el humidificador).
“Es un lunar de familia. Ha pasado de generación en generación y ahora tú lo luces tras el escote de tu vestido. En
Frente a la oscura y angustiosa crisis, el cromatismo de los sentido. Parrillada directa a las tripas. “Cada vez que ves a Pedro Picapiedra engullendo sus costillas de dinosaurio se te hace la boca agua…” Algo más abajo, apelación a la salud a propósito de un láser lipolítico reductor. “A veces el ejercicio y la dieta equilibrada no son suficientes para redibujar tu silueta… “ ¿Mensajes contradictorios? No, complementarios. Me llevo todo. La escapada romántica y también la ecografía en 4D para mi bebé. ¿O tal vez estamos dando demasiadas cosas por hechas? Cierto, parte del negocio para quienes se publicitan responde precisamente a los cupones comprados y no utilizados.
Y así llegamos a la auténtica tentación: el coche. Lo glamouroso. “Déjate ver por la ciudad con tu chica o sal a la carretera….” para alquilar por dos horas un Ferrari; abstenerse los aficionados a la excursión enológica. Lo irresistible. 300 euros a cambio de un descuento del 18 por ciento en la compra de un Mini en un concesionario de Almería. (Llegamos tarde, sólo había uno). Lo necesario. Cinco clases prácticas para el carnet de conducir en una autoescuela de Zaragoza, maño. Y más limpieza, esta vez para cinéfilos. “Has sido marcado por el dedo acusador. Escrito en el polvo del cristal, un mensaje inequívoco: L-Á-V-A-L-O. Y sabes que esta vez no será suficiente con un manguerazo.(…)Una limpieza profunda del exterior y el interior que dejaría KO hasta al Señor Miyagi”. ¡Eso es un reto!
Halloween nos lo pone a huevo. En Alcorcón, aquí mismito. Cena con “cerebrito de bienvenida, dedos bañados en sangre, ensalada diabólica de alas de murciélago…” La terrorífica oferta caduca. Hay, sin embargo, beneficios perennes. Este mismo año, una funeraria de Benalmádena sorteó un entierro gratuito. La promoción ya no figura en su web, pero a cambio destaca la atención personalizada en sus servicios. “Seremos felices explicándole los detalles de nuestros planes y asistiéndole en la elección de alguno que satisfaga sus expectativas”. ¿Sus planes, nuestras expectativas, una funeraria? Demasiado incluso para el señor Miyagi. Me quedo con la parrillada. Feliz puente (de bajo coste, por supuesto).
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