"Me comprometo a buscar activamente empleo...". Prometido. Firmo, solicito la prestación. El trámite ha sido más rápido de lo esperado. Traje libro y ordenador para aprovechar las previsibles horas de espera y en apenas cuarenta minutos, gracias a una mano amiga, he acabado. Tres preguntas y un par de impresos de casuística disuasoria. Ya estoy contratado. ¿Creéis en el inalienable derecho al trabajo, en la inagotable empresa pública del INEM, en la sostenibilidad del Estado del Bienestar? Sí, creemos. Pues no abuséis, pecadores.
En el área de renovaciones el ambiente se torna hostil. Parados con trienios, bufidos de aburrimiento resabiado, no hay asiento para todos. Un funcionario reparte certificados a voces. Sabor a servicio militar. El hastío de los veteranos. Aquí no hay full montys, si acaso Ken Loach, ni siquiera es lunes y las sombras del olvido laboral ocultan el Sol.
Antes de salir repaso los programas de reorientación profesional. Mecánicos frigoristas, criadores de caballos, gestores de cobro de deudas (¿con o sin artes marciales?). ¿Y para periodistas? Paciencia y reciclaje. Mis hijos ya me han hecho llegar sus primeras propuestas y protestas. "¡Papá, qué morro, no tienes que trabajar!". Candela quiere que sea médico (para no ir al suyo) o cantante. Santiago, teatrero, trata de convertirme en entrenador de fútbol -tiembla, Mourinho- o, mejor aún, en humorista "como Leo Harlem". Qué graciosos.
Me acerco a la biblioteca pública. Aquí también hay cursos, si no para ocuparse, sí para mantenerse ocupado sin preocuparse. Tertulias filosóficas, tai-chi y encaje de bolillos. Cáspita, marquetería. Retorno, espantado, a las manualidades escolares, imagino mis muñoncitos sangrando, calculo la pensión por minusvalía. Mejor sigo buscando. ¿Y la cocina? Bien, gracias; yo soy más de pinchos. Al fin una materia atractiva: "tardes de opereta". Tendré que averiguar en qué consisten.
En la sala de lectura, una conspiración de prejubilados ha acaparado los periódicos. Al cabo de un rato, sólo he podido consultar los diarios económicos. Conquisto un rincón, entre universitarios y opositores, en las abarrotadas mesas de estudio. Repaso el tablón de anuncios, rejuvenezco. La crisis ha llegado a los aseos. "Por razones de abastecimiento, no disponemos de papel". Y aunque he visto ordenadores, nadie aclara si es posible limpiarse online.
Paseo por "la Prosperidad", antiguo barrio obrero donde las bajas rentas cohabitan con los apartamentos de la burbuja. Señoras-de-toda-la-vida y españoles de nuevo cuño. Un restaurante grasiento, repuestos del automóvil, un locutorio sin más vistas que Internet. Jaque a Mubarak. Otro que se irá al paro. Aunque a él ya le está buscando curro el mismísimo Obama.
1 comentario:
Santi, creo que también tienes experiencia como domador de leones, es una opción. Me gustó el escrito, me hizo sonreir. Un abrazo.
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