De la frustración a la revuelta. Ciudadanos egipcios encaramados sobre los tanques militares, agitando banderas de libertad, desafiando la represión de los antidisturbios. Hierve el mundo árabe, desde el Norte de África hasta Oriente Próximo. Los jóvenes hastiados se levantan contra dictadores que ya han acumulado suficientes trienios para garantizarse una pensión digna. Tras la caída del Muro y el derrumbamiento de los regímenes comunistas de Europa del Este, el latido de la Historia parece pisar de nuevo el acelerador. Veremos dónde llega.
El final de la guerra fría me sorprendió acabando la carrera de Historia Contemporánea. Ya entonces me interesaban los estudios sobre la comunicación de masas. Habían surgido en Estados Unidos, entre las guerras mundiales, partiendo de planteamientos electorales y mecanicistas: ¿qué efectos tienen los medios sobre la sociedad? Los enfoques posteriores recondujeron la atención hacia el papel mediador de los periodistas, presentados como un oscuro gatekeeper, un cancerbero, un filtro que, atendiendo a criterios no siempre confesables, seleccionaba los contenidos que sirve a la audiencia.
Hace década y media, más o menos por estas fechas, empecé a cursar un Máster en Periodismo. Salté de la teoría a la práctica, de la biblioteca a la redacción. Comencé en Deportes y, tras un breve paso por el gabinete de Prensa de una empresa pública de promoción cultural, entré en CNN+. Allí he trabajado más de una década como editor, sumergido en el estómago de una máquina que deglutía información, la digería a gran velocidad y la expulsaba convertida en noticia. Un mecanismo que funcionaba sin descanso superando prisas, tensiones y numerosos condicionantes. Un esfuerzo de enorme desgaste personal, en el que a veces me imaginaba retratado como aquel gatekeeper conspirador de las añejas teorías comunicativas.
Pero, como los regímenes árabes, todos estos planteamientos se están tambaleando. Si las parabólicas comenzaron a agujerear las barreras dictatoriales, Internet las está derribando. De La Habana a Ciudad Juárez, de Túnez a Teherán, ciudadanos online se movilizan para desafiar con su propia voz, con las imágenes de su móvil, las amenazas del narco o las censuras informativas. La Red 2.0 ha ensanchado la comunicación, ha multiplicado las fuentes, ha desbordado a las industria periodística. El oscuro gatekeeper rastrea ahora historias en los blogs, busca imágenes novedosas en YouTube. Invirtiendo la vieja teoría comunicativa, los medios de comunicación tradicionales madrugan inseguros y se sienten prescindibles, preguntándose incrédulos qué va a hacer la sociedad con ellos.
Los periodistas todavía seremos necesarios, aunque de otra manera, para muchos que no quieren morir de empacho. Yo cierro una etapa; como hice antes en la Universidad, y más tarde en Deportes. Por cansancio personal, porque la digestión se me hace cada vez más pesada. Dejo, al menos por un rato, el traje de editor, la vieja lupa de gatekeeper. Necesito respirar otro aire, rodearme de paredes diferentes, renovar la mirada a esta acelerada realidad que, entre noticias y revueltas, cada día me deja atrás.
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