lunes, 28 de febrero de 2011

Estar o no estar

He descargado en mi IPad una aplicación para reciclar periodistas. A despecho de crisis y EREs, quizá podamos mantenernos algún tiempo entretenidos en la vida productiva. Todo sea por el Estado del Bienestar y por el buen orden social: quién nos soportaría de prejubilatas hiperactivos, torturando a los compañeros de tai-chi. Pero no parece fácil. Nuestras habilidades son meramente prácticas, de utilidad limitada y, en términos de mercado, apenas generan valor añadido.

 “Lo que no acabamos de ser es lo que somos”. Con esta inspirada paradoja definió hace una década el maestro Bastenier nuestro oficio (“El blanco móvil”, ediciones EL PAIS). “El periodista no es novelista, sociólogo, historiador, escritor, político, economista, etc…”. Sin embargo, según añadía, algo debíamos tener de cada uno de tan ilustres gremios. Con los años, hemos comprobado que lo peor de servir para todo es servir para nada. Así que en la era de Google se impone reformular el algoritmo.

Atentos, cómo no, a Internet. “J. ha escrito en tu muro” , “S. quiere integrarse en tu red profesional”, “H. te sigue en Twitter”. La que he liado. En unas semanas he pasado de ser medio asocial a convertirme en aprendiz de social media. Dividido en tres perfiles, uno y trino, gorjeo torpemente atrapado entre las redes de la modernidad. Me entrego aun a riesgo de naufragar, de colgar el ridiculum vitae en Facebook o de mostrar en Linkedin fotos de mi última fiesta (en la que, por una vez, faltó Paris Hilton). Y luego, por supuesto, los posts de este blog de bajo coste…  



Como le ocurre a Ortega con Gasset, ya soy yo y mis perfiles. Y mis amigos, pacientes, variopintos y a menudo repetidos. “Estás en todas partes”, me saludó el otro día Anneta. Empiezo a entender por qué, en teoría, hacen falta community managers. Yo necesitaría uno para mí solito. Experto en personal branding, antaño “vendemotos”. La vida virtual se ha emancipado de la real y amenaza con someterla. Aunque Freud tendría algo que decir, sostienen los expertos que en el otro lado hay un nicho laboral. Vaya ánimos.    

Por efecto de la globalización, millones de pobres seres analógicos intentamos asaltar cada día las fronteras de las redes sociales. “Alto, ¡el DNI electrónico!. Pues a comisaría…” Con suerte, conseguimos el estatus de refugiados para leer en el ordenador las noticias e incluso los trending topics. (Paris Hilton faltó a la fiesta de Santi). Pero se nos detecta a la legua. Ya no mandamos a los meritorios a la calle para ver qué traen. Más bien, por hacernos los modernos, les pedimos que se den un garbeo por Internet… y quedamos al desnudo. Esa función la traen programada de casa. Aprendamos de ellos, hagamos que nos adopten. “Becari@, ¿quieres ser mi amig@…? Corramos a mi muro...”

Sí, habrá que estar ahí. En primera persona o contratando un negro. Las alertas, las convocatorias, las última horas saltan antes a Twitter que a los diarios digitales. Y quién sabe si las declaraciones sin preguntas serán pronto sustituidas por un videocomunicado en Youtube o una poco sutil campaña en Facebook. Comunicólogos 2.0 o gestores de contenidos, qué más da. El futuro será digital. El periodismo está vivo, se mueve, se transforma, se reinventa. ¿Y los periodistas? Si trabajamos más (y cobramos menos), también disfrutaremos de un porvenir esplendoroso. Si no, apunta mi IPad, al menos podemos ganarnos los garbanzos como cuentacuentos.  


4 comentarios:

Eva dijo...

Santi, vaya descubrimiento leerte, siempre acabo esbozando una sonrisa. Un abrazo.

Mario Saavedra dijo...

Sí, sí, menuda pluma tiene SSaiza. "Etiquétame, agrégame, añádeme, quiero ser tu amigooo", como decían aquellos.

marisa dijo...

Ya soy tu fan total. Y como hace no mucho caí en las redes voy a "compartirte" con el resto de mis contactos de facebook y myspace...vaya presión eh! esperamos un nuevo post de nuestro plumi favorito A reinventarnos toca. un besazo compañero presente en los recuerdos de mis mejores gestas.

Enrique Sanz dijo...

Qué grande, Santi. Aquí un nuevo lector. Un abrazo