domingo, 20 de noviembre de 2011

Rajoy contra el desencanto

Las realidades mandan. Unos políticos que aseguran, con irrefutables datos, que el país está fatal, han arrasado en las urnas a otros que afirmaban, con argumentos creíbles, que a partir de mañana será peor. Del optimismo inconsciente de 2008 a la competición de pesimismo. La justificada alegría del PP, la participación del 72%, eclipsan el cansancio con el que muchos ciudadanos han seleccionado su papeleta.
    
El veredicto resulta incontestable: respaldo absoluto al tratamiento de choque insinuado,  aunque no especificado, por el PP. Rajoy ha conquistado la legitimidad de las urnas para aplicar los recortes y ajustes que considere oportunos. La economía sienta a  la derecha en el banco azul. El PSOE tuvo candidato pero nunca posibilidades. Su hundimiento, pierde más de cuatro millones de votos, le devuelve a la incertidumbre del año 2000. Sus políticas de derechos civiles y prestaciones sociales pasan, por inapelable decisión ciudadana, al fondo de la agenda; y sus diputados, a la oposición.

Emergencia nacional: gobernarán las cifras. España como empresa, aunque ahora mismo no tenga crédito. Desde ese punto de vista, este domingo ha sido de reflexión; mañana votarán los mercados. A partir de septiembre de 2008, la crisis ha ido derribando gobiernos por toda Europa mientras entregaba la soberanía popular a los inversores. La lógica de un capitalismo feroz que la socialdemocracia no ha sabido corregir.

Campeones mundiales del paro, intrépidos escaladores de la prima de riesgo, los españoles hemos llegado al 20-N con un severo problema de autoestima. Esgrimiendo motivos para cuestionar la eficacia de las comunidades autónomas, la solvencia del Estado, la viabilidad del proyecto europeo, la limpieza de los partidos y hasta la aparente discreción de nuestra monarquía. La brillantez se ha tomado unos años libres y, tras algunos tropezones de Zapatero con la juventud, no se produce el relevo generacional. Más bien al contrario, los comicios han proporcionado al fin satisfacción a los líderes maduros de partidos como CiU, IU y UPyD.
¿Hacia dónde vamos? En 1981, concluida la transición, aprobada la Carta Magna, las libertades crecían sobresaltadas por el terrorismo etarra y las intentonas golpistas, mientras muchos ciudadanos lamentaban que la democracia no hubiera traído la prosperidad económica. Fue la época del desencanto. Hoy, con el sistema político sólidamente asentado, se extiende el temor a que el estancamiento acabe erosionando la cohesión social. Mariano Rajoy, ayer tan cuestionado por los suyos, ha superado los triunfos de Aznar. Ha vencido reciclando el simbólico cambio que encarnó Felipe González en 1982. Desde el balcón de Génova, el próximo presidente ha apelado al orgullo de ser españoles. Antes que empleo o crecimiento, tendrá que generar ilusión más allá de los límites del PP. 

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