Y Mubarak, qué ingrato es el pueblo, se fue al paro. Era cuestión de días. Todavía el jueves el presidente egipcio intentó evitar la dimisión cediendo parte de sus poderes, en un gesto que buscaba contraponer la aparente estabilidad con el miedo al vacío. En su último discurso al país llegó a decir que comprendía a los jóvenes como si fueran hijos suyos; ellos le respondieron con el zapato en la mano, exhibiendo en los labios una rabia incontenible, unos nada disimulados deseos de matar al padre.
Las protestas en Irán contra el presunto fraude en la reelección de Ahmadineyad, la revolución de los jazmines en Túnez, la caída de Mubarak. Malestar creciente en Yemen, Jordania y Argelia. La frustración que se agita contra las dinastías gerontocráticas del mundo árabe, con el Ejército como árbitro. Obama, que tendió la mano al Islam, teme descubrir que la democratización acabe abriendo paso al islamismo. Sobre la mesa, la carpeta eternamente abierta del conflicto entre israelíes y palestinos. Dinamita política con temporizador.
Adiós, rais. Treinta años de dictadura derribados en apenas 18 días de protestas pacíficas. El desenlace indica que el control se había agrietado hace tiempo. Los deseos de libertades reales fueron filtrándose en la sociedad digital hasta desafiar al poder establecido. Como ayer ocurrió con las parabólicas, hoy las redes sociales y los blogs se han convertido en instrumento de movilización. Las causas son más profundas: pobreza, desigualdad y corrupción. Pero han encontrado su oportunidad, su detonante en Internet.
La Web 2.0, con sus relaciones multidireccionales, parece haberse configurado como un sustitutivo de la inexistente sociedad civil. La facilidad del acceso y la difusión sin fronteras potencian su faceta horizontal, minando las pirámides de poder. La vida virtual también se había convertido en un refugio de ocio, en antídoto contra el hastío cotidiano. Hasta que hartos de pedir pan, los espectadores del circo han asaltado las despensas de palacio.
Así despertó Egipto, la revolución en directo. Retransmitida en sesión continua por los nuevos medios y por los tradicionales. Protagonizada por ciudadanos, contada por periodistas (y hasta torpemente tuiteada por cantantes). No olvidaremos la Plaza Tahrir, un espacio conquistado para la geografía simbólica de la libertad. Un microcosmos de cánticos, rezos, enfrentamientos, abucheos y celebraciones.
La fiesta en El Cairo. Otro dictador que se evapora por las alcantarillas de la Historia. La caída de Milosevic me sorprendió librando. La revuelta tunecina, hace un mes, en una época de cansancio y desconcierto profesional. Ya como simple espectador, el derrocamiento de Mubarak me ha reconciliado con el periodismo. La tensión de Rosa Molló, la agudeza analítica de Enric González, el pulso sin descanso de Al Yazeera. Sí, sentado en el sofá, este viernes he echado de menos el latido de una redacción. Luego he soñado despierto. ¿Marruecos, Cuba, China…? Habrá más revoluciones, las veremos, puede incluso que podamos contarlas. Y nos harán, seguro, aún más felices.
1 comentario:
Especialmente ahora que en Cuba hay internet...
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