martes, 26 de julio de 2011

Préstamos por prestaciones

 
“Inside Job” da miedo. El documental dirigido por Charles Ferguson, ganador del último Oscar en su categoría, disecciona los orígenes de la crisis financiera que ha arrastrado al endeudamiento a la economía real. Banqueros, organismos de control, expertos teóricamente independientes que se alían contra la regulación y a favor de sus propios intereses personales. La cinta, pródiga en datos y testimonios, cercana también en algún momento a la demagogia,  traslada un mensaje desasosegante. Los responsables del inicio de la recesión, mayoritariamente hombres maduros y reconocidos, han sobrevivido. Siguen viajando con chófer y sueldo blindado hacia su propia prosperidad.  

La desregulación. La encrucijada donde pudo comenzar todo. Criticada ayer mismo en Madrid por el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, quien se acercó al Retiro para transmitir su apoyo genérico a los jóvenes indignados. Aquel consenso social sobre el enriquecimiento fácil y masivo. Cada uno es responsable de la crisis en función de su capacidad de decisión. Pero hace una década la inversión inmobiliaria se convirtió en el símbolo del consumo español. Entre isletas y centros comerciales, en las avenidas de Nueva York y en los resorts caribeños se manifestaba un país neodesarrollista regado por el dinero barato. Hoy sabemos que el estallido del ladrillazo ha multiplicado los locales vacíos, las viviendas devaluadas, las deudas y las hipotecas que se transforman en desahucios. Nuestra economía ha acusado además los errores e incoherencias del gobierno; la esperanza de salir pronto hacia delante se encuentra bajo mínimos.

El pasado sábado por la noche llegaron eufóricos a Madrid los caminantes del 15M. No sólo eran veinteañeros. Entre ellos había un significativo número de manifestantes de edad cercana a la jubilación. Algunos, según dijeron, estaban allí por sus hijos. “Tenemos que movilizarnos hasta que lo hagan los jóvenes”, contaba Leo, empleado de un parking en Valladolid. Ana y Manolo, de Madrid y con una hija sin trabajo,  pedían el apoyo de todos los padres de jóvenes en paro. Otros encontraban razones en su propia situación. Oscar, de Madrid, protestaba contra el retraso de la jubilación a los 67 años. “En esta causa tenemos que estar todos”. Enrique y Maribel, veteranos del movimiento vecinal, miraban hacia atrás. “Esto me recuerda al inicio de los años 70, a la ilusión por cambiar las cosas”.

Salvado el enésimo jaque de los mercados con el segundo rescate griego, el futuro apunta a nuevos recortes. Los decidirá en España otro hombre maduro. Probablemente Mariano Rajoy, partidario de reducir a toda costa el déficit con medidas que evita precisar para no asustar a los votantes. Podría ser Alfredo P. Rubalcaba, quien se ha aventurado a proponer que los Bancos paguen parte de los beneficios para crear empleo o que Hacienda recupere un impuesto sobre el patrimonio de las grandes fortunas.  Recorte de gastos frente a aumento de la recaudación. Dos líneas de actuación divergentes  que encarnan aquí el debate que se libra desde hace meses a escala internacional y que tiene su último capítulo llamativo en Washington. ¿Acuerdo? Posible todavía en Estados Unidos, absolutamente improbable en España y aparente en la Unión Europea, marcada en realidad  por el dominio de gobiernos conservadores en los países más relevantes. Un punto de convergencia entre todos: el pánico generalizado al castigo de los mercados, que aportan dinero para reducir deudas, pero no entienden de personas ni han oído hablar del Estado del Bienestar.   

Contra los tijeretazos presentes y venideros se han levantado, entre otras cosas, los indignados que prolongarán su marcha hacia Bruselas. ¿Son realistas otras políticas económicas? Marceliano, de Albacete, miembro de Attac presente en Sol, reclama “soluciones distintas a las neoliberales” y cita un impuesto sobre las transacciones financieras internacionales y la desaparición de los paraísos fiscales. Los llamamientos a favor de una economía más social no provienen únicamente de soñadores, izquierdistas o indignados. Paul Krugan, Premio Nobel como Stiglitz, reiteraba hace unos días en un artículo sus críticas a unos recortes que a su juicio están impidiendo la reactivación económica.
“No somos antisistema, el sistema está contra nosotros”, pregonaba el domingo por megáfono uno de los animadores de la manifestación del 15M. Los participantes se han movilizado, entre otras razones, por el desigual reparto de la crisis, evidente para tantos ciudadanos. Es cierto que en sus discursos –horizontales, asamblearios, en red- hay más palabras bonitas que números reales, y que en su día mencionaron propuestas irrealizables (nacionalización de la Banca) o inconvenientes, como la salida del euro. Pero su utopía caminante coincide con la denuncia de "Inside Job". Fue el mito del enriquecimiento ilimitado, enraizado en el corazón mismo del sistema financiero, contagiado luego desde los bancos a la sociedad, el que nos colocó al borde del abismo. A tapar esos agujeros hubo que dedicar el dinero de todos, jóvenes y maryores; ahora los fondos privados amenazan con la prima de riesgo para que cambiemos préstamos por prestaciones. Y no parece justo.   



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