España zozobra un día más por la interesada especulación de los mercados. Aunque ávidos de beneficios, no son entes homogéneos ni estrictamente coordinados, sino movimientos coincidentes de compra o venta de títulos. Mantienen comportamientos similares porque responden al mismo interés, ganar dinero después de haberlo prestado. También con los rescates, que hasta ahora han garantizado el retorno de la inversión. La esencia del capitalismo.
España zozobra porque los mercados suelen atacar a los que no generan confianza. Y después de Grecia, Irlanda y Portugal, nuestro país e Italia se han convertido en los siguientes objetivos. Comparten reformas a medio hacer o aplazadas, inestabilidad política, un gobierno débil. El problema es que los ajustes afectan sobre todo a los que dependen del presupuesto público y a los trabajadores. Golpe a la cohesión social.
España zozobra por el déficit público. En general, el desequilibrio obliga a aumentar el endeudamiento y, si no se contiene, a pagar mayores intereses por esa deuda. Es la prima de riesgo, un síntoma. Se dispara, a veces en espiral, hasta que los socios obligan a aceptar un rescate con dolorosas consecuencias: intervención exterior y recortes traumáticos. Una amenaza para el Estado del Bienestar.
España zozobra porque la Unión Europea no responde. Funcionó bien en la convergencia hacia el euro y, en los años del crecimiento, pensó en erigirse como alternativa a Estados Unidos. La globalización impulsó la competencia de los países emergentes, y con la crisis ha resurgido el nacionalismo económico. Los rescates han despertado recelos: los gobiernos de los países comunitarios que se encuentran en mejor situación –singularmente, Alemania- se plantean hasta qué punto deben financiar los agujeros ajenos, y hasta qué punto va a tolerarlo su electorado. Los rescatados denuncian que los sacrificios impuestos impiden el crecimiento. El club, en peligro.
Europa zozobra porque, después de casi tres años de crisis y de innumerables cumbres, no ha culminado la construcción de un gobierno económico que plante cara eficazmente a la especulación que, miembro a miembro, ha ido erosionando a la moneda común. Frente a una recesión global, muchas recetas contra la crisis han sido nacionales porque así son las elecciones. Los socialdemócratas optaron por endeudarse para intentar reactivar la economía con el dinero público. Los conservadores prefirieron reducir la actividad para mantener saneadas sus cuentas. De unión política, mejor no hablar.
Europa zozobra: más Unión o adiós al euro. Y los líderes que tienen que salvarla son los mismos que se encuentran cuestionados dentro de sus fronteras. Es difícil que arriesguen, pero tenderán a conservar el proyecto comunitario, forjado durante décadas a base de avances prácticos. Ahora mismo, menos Europa es peor. A medio plazo, y esto es todavía más difícil, otra Europa es imprescindible. Una crisis capitalista ha puesto contra las cuerdas a la unidad –mal- edificada sobre intereses fundamentalmente económicos.
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