Sobrevivir y soñar. En estos valores se basa “Lloviendo piedras” (1993), una película de Ken Loach que describe cómo dos parados crónicos de Manchester, expulsados de la cobertura social, se enfangan en diversas chapuzas para sacar adelante a sus familias. El drama acaba de dibujarse cuando uno de ellos, sin dinero y sin mayor perspectiva que ir tirando, se endeuda para comprar un traje de Comunión a su hija.
Soñar. El pasado. Hace unos días José Luis Rodríguez Zapatero y Alberto Ruiz-Gallardón se abrazaban decepcionados en Copenhague tras sufrir una tremenda sobredosis de realidad. Pese a los deseos, a la dedicación y a las influencias, las costumbres del COI no cambian fácilmente: los Juegos de 2016 se celebrarán en Rio de Janeiro.
Sobrevivir. El presente. Mancharse las manos. Zapatero aparca su ministerio de Deportes, el que más alegrías le proporciona, y regresa a los dramas que personifican los protagonistas de Ken Loach: paro crónico, contracción del consumo, déficit creciente, recesión prologanda. Depresión.
Sobrevivir. El presente. Mancharse los pies. El alcalde de Madrid guarda las maletas, olvida una temporada sus viajes al extranjero como embajador de la candidatura y baja a las calles. Debajo de las alfombras asoman los marrones. Obras, atascos, basuras. De la gloria olímpica a esa tarea tan monótona que se llama la gestión de la vida diaria en la ciudad. Rutina.
Sobrevivir. El presente. Echar cuentas. Dos políticos, problemas comparables, una solución común. Subir impuestos. Y unas preguntas incómodas, silenciadas. ¿Podían permitirse Madrid y España los Juegos Olímpicos de 2016?, ¿quién y cómo iba a financiarlos? ... Poca gente se las hizo. Y a ninguno nos importaba la respuesta. En el país de la fiesta, si no hay dinero, al menos que corra la ilusión. Aunque tengamos que endeudarnos. Como Florentino Pérez o como los obreros de Ken Loach.
Soñar. El futuro. Las grandes competiciones son rentables, pero no necesariamente en términos económicos. Quizá en 2016 no haya favelas en Rio de Janeiro. Estarán en otra parte. Por desgracia. Y aún así, Brasil saldrá ganando. Beneficios intangibles. Y por tanto incalculables.
Soñar. El futuro. ¿Madrid 2020? ¿Por qué no? La derrota no ha disipado la ilusión. Y puede que en unos años hasta los obreros de Ken Loach curren en una ETT y puedan comprar a plazos un traje de Comunión para su hija. De segunda mano o de bajo coste. Da igual. En Copenhague hemos ganado lo más valioso: tiempo.
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