domingo, 10 de junio de 2012

El presidente desenfocado

Ni un reproche al rescate bancario. ¿Considera el Gobierno que es la mejor solución para reiniciar de una vez la economía nacional? Adelante: tiene toda la legitimidad parlamentaria. Pero que no nos tome por tontos. Después de meses de intentar grabarnos a fuego en el cerebro su doctrina, parcialmente justificada, sobre “la desastrosa herencia recibida de los socialistas”, este domingo el presidente Rajoy, dejando a un lado esa idea-fuerza, ha intentado convencernos de que España ha presionado a Europa para recibir una ayuda de hasta 100.000 millones de euros en unas condiciones tan favorables que además salvará al euro. Y se ha marchado tan pancho a Polonia. Había fútbol, jugaba la selección, los deberes estaban hechos. Poca fiesta me parece.   

Imagen tomada de Noticias Cuatro
Tamaño éxito no debe ser, sin embargo, tan relevante cuando el jefe del ejecutivo evitó comparecer el sábado para rentabilizarlo en términos políticos. “Pregúntenme a mí”, había prometido el jueves. Pero donde dijo “digo”,  quizá quiso decir “De Guindos”. Recién firmado el acuerdo de salvamento con el Eurogrupo, el ministro de Economía subrayó que la soberanía económica nacional será respetada. Ojalá tenga razón. De Guindos, interlocutor habitual de los mercados, gurú de esa neolengua donde no existe la expresión “subida del IVA”, dictó el primer mandamiento: “No hay el más mínimo rescate”. Tan crecido aparentaba estar que respondió en perfecto inglés a un par de informadores extranjeros; en realidad, les respondió en inglés que no podía responderles en inglés. ¿No se trataba de enviar una señal de confianza también al exterior?

Medio día más tarde, un presidente mal iluminado y difuminado en la imagen -reveladora metáfora- tampoco ha aclarado las dudas a los ciudadanos. Se ve que le importamos menos. Entre banderas y plantas, Mariano Rajoy ha edificado sobre el argumentario del ministro el segundo piso de su ficción desenfocada. “Lo de ayer fue una ayuda”. La burbuja comunicativa crece y crece y, tras medio año en la Moncloa, ya amenaza con estallar.

Imagen tomada del canal 24 horas de RTVE
Aparte de culpar a los demás, desde el PSOE al BCE, en el PP nadie ha reunido todavía el coraje necesario para contarnos la verdad de la verdad. El dinero habrá que devolverlo, de una manera u otra, y habitualmente quien paga, manda. Aunque somos más pobres, estamos vivos, si bien sometidos a un tratamiento molesto, invasivo y de larga duración. Al fondo, el dilema de la vida, una ecuación simplista pero fácil de entender: rendirse o seguir adelante. El milagro español, si alguna vez existió, se ha desplomado a la vista de todo el planeta. Debajo de las cifras de crecimiento, del dinero barato, de las hipotecas sin garantías, de las inversiones abusivas, más allá de las repetidas rotondas de promociones fantasmales, comienzan a avanzar arenas movedizas cubiertas de cadáveres y maletines.  

Hace unos días, en un encuentro académico, un dirigente del Partido Popular destacaba la dificultad de comunicar las malas noticias. Claro. La recesión ha ido derribando a su paso todos los gabinetes; los primeros, por supuesto, los rescatados. La realidad escuece, pero más duelen los ajustes, más enojosas son las verdades a medias que en la última década nos han conducido al precipicio. ¿Qué puede hacer quien no se atreve a decir? Por ahí se está resquebrajando la confianza en Rajoy.   

Otros políticos han reiterado en la última semana la inconveniencia de aprobar ya una comisión de investigación que establezca las responsabilidades sobre los agujeros del sistema bancario. “Podrían intervenirnos”, decían en voz baja,  reclamando comprensión y complicidad. Demasiado tarde. Aunque sea con sordina, el rescate ha demolido la coartada del silencio. En un despacho acolchado, los hombres de negro desgranan cantidades, intereses y cronogramas a los ministros de gris. Por las ventanas insonorizadas se filtra, cada vez más amenazador, el bramido de la calle pidiendo que empiecen a rodar las cabezas. El presidente, fuera de foco, prefiere hacerse el sordo mientras repasa con aire ausente el manual de crisis. Pronto lo dirá. "El fútbol es así".    
             

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