Aldo Duscher es un centrocampista veterano, un jugador de equipo. Tras haber pasado en la última década por el Depor, el Racing de Santander y el Sevilla, el argentino se incorporó en agosto con la carta de libertad –es decir, sin coste aparte de su sueldo- al Espanyol de Barcelona. Su cromo, sin embargo, es de los más cotizados en la colección Panini de la Liga. Figura en el apartado de “Últimos fichajes” y hace dos semanas se pedían por él 3 euros en un mercadillo de Valladolid. Los futbolistas fáciles de encontrar, incluso los campeones de nuestra selección, se valoran en el Rastro igual que en los sobres: a 10 céntimos.
Ignoro por qué la editorial eligió a Duscher y a algún otro pelotero de media cualificación para convertirlos en estrellas del mercado secundario; prometo enterarme. Pero, como reza la ortodoxia del libre cambio, el alza en su precio se debe a la aparente escasez. Según la leyenda de los vendedores callejeros, rarísima vez salen en los sobres (60 céntimos por 6 cromos). Panini, no obstante, guarda un as en la manga. Los sirve, en un pedido máximo de 40 unidades distintas, al precio de 0,15 céntimos y con una tardanza de unos quince días. Así son las reglas del juego.
La colección de la Liga, que hacen mis hijos –aclaro: yo sólo superviso- , supone un examen de larga duración para la paciencia paterna. El álbum llega a casa regalado con un periódico a mediados de agosto y, debido a los movimientos entre los equipos, los últimos cromos no se imprimen antes de finales de octubre. Al menos pasamos tres meses entre sobres, repes, bajas, “colocas” y fichajes. Aunque hay un truco para acortar los plazos: el mercadillo.
Tres veces he acudido este otoño con mis hijos a la Plaza de Quintana, en Madrid. Lo hicimos, en primer lugar, para cambiar con otros niños. Y conseguimos un buen puñado de jugadores, 20 ó 30. Luego, por simple avaricia o espíritu práctico, les ofrecí gastar su paga semanal de 1 euro (no más chuches, por favor) comprando en los tenderetes más cromos de a 10 céntimos. Me negué a adquirir los caros aludiendo a dos principios ¿complementarios?, ¿quizá contradictorios?: “no todo se consigue con dinero” y “tranquilos, puedo lograrlo más barato”. En todo caso, invertimos sobre seguro y no incrementamos el enojoso montón de los repetidos.
La última ocasión, hace casi un mes, teníamos un objetivo ambicioso: quedarnos a falta de 40 o menos unidades (obviamente, las difíciles) para pedirlas a la editorial y acabar con este engorroso asunto. En la plaza ya había pocos niños y un doceañero, avezado aprendiz de negociante, ofrecía por los corrillos sus servicios de mediación para adquirir algunos “fichajes” y “colocas” a cantidades asequibles. Los padres, lo presiento, andábamos ya entre aburridos y desesperados. Un progenitor con dos churumbeles menores de 4 años despreció nuestros generosos ofrecimientos de intercambio desinteresado e insistió en pagarnos 15 repetidos que no tenía. Contra todos los principios, mis hijos y yo nos encontramos con 1,5 euros en la mano que rápidamente gastamos en un tenderete.
Entre trueques y compras, regresamos a casa satisfechos por el éxito de nuestra estrategia. Editorial Panini hará el resto (a 0,15, como digo, por cada jugador más gastos de envío). Pero desde entonces me asaltan inquietantes tentaciones. ¿Y si esas decenas de cromos repetidos que andan tirados por casa realmente valen un puñado de euros? ¿Y si los ofrezco a 5 céntimos, hundiré el mercado callejero? ¿Y si hago varios pedidos, con nombres distintos, de unidades difíciles para venderlas luego a 1 euro, qué beneficio puedo obtener? ¿Y si me endeudo, avalado por el valor de mi cartera de “fichajes” y “colocas”, para hacer crecer el negocio? Esta semana Irlanda se ha convertido en el segundo país europeo que, tras años de burbuja, necesita un rescate. Los mercados acosan a España y, lo que es más angustioso, nosotros no hemos recibido aún la ansiada estampita del esforzado Duscher.
1 comentario:
Muy bueno. ¿El cromo de Dudek correveidile a cómo está?
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