Era un catalán de pura cepa. Torso musculado, frente recia y rizo indómito. Se encontró, de forma inesperada, frente a la Reina de España. Había superado embates y patadas, había achicado el bombardeo sobre el área, había marcado de cabeza sobrevolando en un acceso de furia (¡furia!) las torres alemanas. Carles Puyol, apenas tapado por una toalla blanca (¡blanca!), sufrió un repentino ataque de timidez o de pudor protocolario. Con una carrerita, la última del día, se escabulló del primer plano entre las risas de sus compañeros. Escasa vestimenta para tanta grandeza.
Cuando concluyó la semifinal contra Alemania, un magnánimo Puyol trató de consolar a los derrotados. El gigante Schweinsteiger permanecía en cuclillas, presa de obsesivas alucinaciones. A falta de balón, había intentado entretener los minutos contando el número de españoles sobre el césped. Al rato, lo dejó por imposible: se movían demasiado. Eran, además, desafiantes. En los minutos finales y con ventaja en el marcador, tres de ellos, Xavi, Iniesta y Silva, puñetero ardor pitufo, le rodearon, le presionaron y hasta le obligaron a ceder un córner.
España encontró el pasadizo a la final en una esquina. Desde su época en el Real Madrid, a Vicente del Bosque se le acusaba de no preparar las jugadas a balón parado. Sin embargo, contra Alemania y contra pronóstico, la Roja sacó ventaja en un córner ¡ensayado por el Barça! En general, toda la ofensiva española contra Alemania siguió la partitura azulgrana. Toco, me voy, recibo, me giro, oteo líneas de pase, la devuelvo y abro otro hueco. El legado Guardiola. Del Bosque, en su inteligente perfil bajo, cobijó a los artistas en el estilo que transpiran y apuntaló el once con los modélicos pretorianos del Real Madrid.
Pep le regaló el primer halago en Sudáfrica: “España es más que el Barça”. Como algunos no quisieron entenderlo (“la Roja es azulgrana” tituló Sport, frente al “Visca España”, de As), el técnico culé lo ha reiterado en su primera rueda de prensa de la temporada, citando como antecedentes de la victoria en el Mundial a la Quinta del Buitre, al Superdepor de Irureta y al Zaragoza de Víctor Fernández. “El triunfo es de todos”. Y de su fidelidad al libreto que aprendió del Cruyff entrenador.
El triunfo, en términos futbolísticos, ha sido sumar. Sumar esfuerzos y sumar también valores. Siempre el toque, pero también la determinación en la primera fase, la firmeza contra Portugal y Paraguay, el virtuosismo frente a Alemania, la resistencia contra la fiera Holanda. Un ataque impredecible asentado sobre un centro del campo sólido, una defensa consistente, un portero inspirado. Y una dirección brillante, tanto en la lectura táctica de los partidos como en la gestión de un banquillo lleno de estrellas.
Del Bosque reservó desde el primer día un hueco en el once para Iniesta, todavía renqueante. Acertó. El centrocampista, agradecido, le obsequió en la final con una invitación para el Olimpo. Ambos destilan, cada uno en su época, trienios de cantera, una modestia insultante y un espíritu tranquilo. “Si lo sé, no marco”, le espetó Andrés a Zapatero cuando, de visita en La Moncloa, tuvo que ponerse ante el micrófono. Ya había dictado cátedra en el césped, sorteando tarascadas y tirando paredes. Había marcado un gol para la Historia. Pero en el escenario esbozó dos frases de compromiso y salió corriendo entre el cachondeo general. Un catalán adoptivo, de la variante autóctona de Fuentealbilla.
Epílogo: La selección española de fútbol es campeona del mundo. Muchos pensábamos que nunca viviríamos una gesta tan emotiva. Nos equivocamos. Mi generación, tantas veces frustrada en la sempiterna cantinela del eterno candidato injustamente eliminado, no olvidará Sudáfrica. Pero el título sólo significa – casi nada- que este equipo es imbatible dando patadas al balón. No caben otras lecturas. Los virtuosos de la pelota, cada uno con su vida y sus ideas, trabajaron duro, disfrutaron juntos y vencieron. Fueron grandes, muy grandes, y muchos quisimos celebrarlo con ellos. Otros se mantuvieron al margen. Perfecto. Pero no mezclemos a los deportistas en nuestras politiquerías. Por respeto a ellos, por respeto al momento.
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