miércoles, 16 de diciembre de 2009

Aminatu y los límites de la valentía

Prólogo

“Una sonrisa para todos menos para Indonesia”. El cartel se repetía, bien visible, en muchas de las casetas que despachaban bebidas en las cálidas noches de la Expo de Lisboa. Corría el verano de 1998 y aunque el país asiático tenía su propia representación en la muestra, era evidente que no gozaba de las simpatías de los portugueses.

Los pecados del pasado

Abril de 1974. La dictadura de Salazar y Caetano se derrumba con claveles y sin violencia. Entre las causas del descontento popular y militar, la guerra en las antiguas colonias que se levantan contra la metrópoli. En los meses siguientes, estos territorios acceden abruptamente a la independencia. Para uno de ellos será muy breve. En 1975 Indonesia invade y anexiona el cercano Timor Oriental. Portugal protesta. Sin resultado. Su antigua colonia se convierte de facto en una provincia administrada desde Yakarta.

Octubre de 1975. La ONU se pronuncia a favor de la autodeterminación del Sáhara Occidental, colonia española. Con Franco agonizando, Marruecos lanza una marea humana, la “Marcha Verde”, para tomar el control del territorio. Seis días antes de la muerte del dictador, España firma los “acuerdos de Madrid”, por los que transfiere la administración, no la soberanía, a Mauritania y Marruecos. Con el paso de los años y la dejadez de nuestro país, enfrascado en su propia transición, Rabat pasa a controlar de facto la mayor parte del Sáhara Occidental.

La absolución de la libertad

1996. La causa timoresa reaparece a los ojos del mundo con la concesión del Premio Nobel de la Paz a dos de los impulsores de la independencia, José Manuel Ramos Horta y Carlos Felipe Ximenes Belo. La oportunidad llegará con la muerte de otro dictador, el general indonesio Suharto. En agosto de 1999 el referéndum de autodeterminación impulsado por la ONU en Timor Oriental concluye con la victoria del “sí”. Un mes después, las milicias proindonesias invaden y saquean el territorio. En septiembre llegan al fin las fuerzas de Naciones Unidas. Consumada la independencia, la antigua colonia portuguesa celebra sus primeras elecciones libres en el año 2002.

Por el contrario, en ese tiempo el nudo marroquí no se ha desatado en el Sáhara Occidental. En España, la causa polisaria dormita entre esporádicas declaraciones de simpatía, apenas impresa en la mala conciencia de la izquierda. La antigua colonia es hoy formalmente un territorio no autónomo bajo la supervisión de Naciones Unidas. Pero la dominación marroquí se consolida cada vez que se retrasa el referéndum de autodeterminación prometido por la ONU. Washington deja hacer a Rabat y no parece que, en tiempos de terrorismo islamista, le convenga demasiado un Estado inestable en el norte de África.

El largo purgatorio saharaui

Abandonadas por España, ignoradas por Estados Unidos, castigadas por Marruecos, las aspiraciones saharauis parecían condenadas a languidecer en el desierto. Hasta que sorteando el habitual recurso a la violencia encontraron una pacífica profetisa. Desde hace un mes Aminatu Haidar permanece en huelga de hambre en el aeropuerto de Lanzarote para denunciar, entre otras cosas, su deportación irregular. Gracias a ella, la causa justa de la eterna colonia y la denuncia de las violaciones marroquíes de los derechos humanos han regresado a la agenda internacional.

La activista, insiste, también protesta contra España. Con un argumento de peso: 35 años de omisión. Entre sus críticas, nuestro país le ha ofrecido un pasaporte y sobre todo un altavoz, al pedir ayuda directa, aunque sea con escaso éxito, a la burocrática Bruselas y al Washington multilateral. La próxima puerta es la ONU, la entidad que tutela el Sáhara Occidental, la misma que facilitó la independencia de Timor Oriental. Lamentablemente, nada indica que mañana al amanecer vaya a concluir el eterno purgatorio de nuestra antigua colonia. Por ese motivo, Aminatu acierta en el diagnóstico y se equivoca al refugiarse en el reloj. España es parte del problema, pero ya no tiene en sus manos la solución.

Epílogo

Preguntas a la Historia. ¿Culpables Marruecos y su gobierno? Sin duda. ¿Cómplice España? Por su silencio de décadas. ¿Cómplice el gobierno de Zapatero? Es pronto para decirlo.

Preguntas al ejecutivo español ¿Qué puede hacer ahora con Marruecos? Presionar y lograr que otros lo hagan. ¿Y con Aminatu? ¿Se la puede alimentar a la fuerza? Los jueces decidirán. ¿Debe solicitarlo? No por razones personales, si ella ha expresado con garantías de lucidez su deseo de morir. ¿Y por razones políticas, como la inconveniencia de su fallecimiento en España? Sí, porque su protesta, aunque justa, es política. Y sobre todo porque la vida de Haidar importa. Y no sólo a ella.

Preguntas a Aminatu. ¿Debe suspender la huelga de hambre? Sí, si se considera recompensada por haber impulsado las aspiraciones saharauis. Si la protesta se limita a su situación personal, que analice las posibilidades y decida. ¿Quién tiene mayor legitimidad para pedirle que abandone? Su entorno. ¿Debe hacerlo? Sin duda.

La tenacidad de Haidar ha ganado la primera batalla al silencio. Pero su obcecación puede conducirle a la derrota. Si la activista muere, desaparecerá el nuevo símbolo de la esperanza saharaui. Aunque regrese muerta a El Aaiún, se perderá la denuncia más audible y será más fácil seguir ignorando el problema del Sáhara. Ganará Marruecos.

La ultima pregunta. ¿Debe romper Madrid relaciones con Rabat? No a la carrera, no bajo presión, no sólo por este asunto. En 1998, muchos portugueses seguían negando su sonrisa a los indonesios por la invasión de Timor Oriental. Era un gesto testimonial, casi irrelevante, atenuado por los miles de kilómetros que separan sus países. Por el contrario, españoles y marroquíes somos vecinos. Desde hace un mes, nuestros gobiernos no se sonríen y quizá acaben retirándose el saludo. Pero aun así seguiremos viéndonos cada mañana en la escalera.

2 comentarios:

Jesus dijo...

Te sigo desde hace tiempo y te tengo que felicitar por esta reflexión desde la cordura
Un saludo
Jesús

Anónimo dijo...

Gracias, por suerte la historia acabó -de momento- bien. Veremos más adelante. Santiago