miércoles, 7 de mayo de 2014

Universos y novelas

La tarde en que murió García Márquez desapareció sin misterio una miríada de palabras. Algunas sencillamente se borraron, salpicando de blancos los pentagramas del hijo del telegrafista de Aracataca. Otras echaron a volar, se escaparon de las páginas, mezcladas con el polvo que se revela al trasluz cuando el viento entreabre en la contraventana del tiempo.
Era jueves cuando la muerte se emancipó de la fabulación. Faltos de ritmo, aterrizaron a trompicones los hados del relato. Aquellas portadas del boom, universos y novelas, el homenaje al genio. Un sustantivo, impar y desgastado, agonizaba entre adjetivos retorcidos para destilar, infructuosamente, el jugo de la enésima imagen original. Los verbos, fuera de sitio, guardaban silencio. Luto en las letras.   
Algún día regresaremos con Melquíades a Macondo. Inventaremos vocablos y fabricaremos artefactos ahora ni siquiera soñados, nos empaparemos bajo ese diluvio cósmico que reblandece el alma, ahondaremos en los abismos genealógicos que transformarán en leyenda nuestros demonios familiares. Bajo el vértigo narrativo, volveremos a volar enhebrados al hilo de otra historia.
Entretanto, han concluido los tragos y hasta las putas están tristes. Al realismo, agotado y sin magia, le asoman tuercas y tornillos bajo los andamiajes. Ingeniería literaria, algoritmos sin sorpresa. Adiós a la poesía, dónde se ahogaron los sueños, nos preguntamos con los pies anegados en el fango, fatigados otra jornada más por tanta prosa.   

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