El PP ha llegado al gobierno cargado de respuestas. Contra el déficit excesivo, impuestos y recortes. Contra la falta de crédito, saneamiento forzoso y fusiones bancarias. Contra el paro, la reforma laboral que hoy-crea-confianza-pero-todavía-no- empleo. Frente a la inactividad económica del ejecutivo socialista, frenesí legislativo. Como parapeto, el meritorio tijeretazo a los sueldos de los directivos de agencias públicas y entidades de ahorro intervenidas. "¿Habéis tomado nota, socialistas?", parecen decir sus portavoces.
No hace tantas semanas, Rajoy juzgaba indeseable la propuesta de Rubalcaba de solicitar a Europa una extensión del plazo para reconducir el déficit excesivo hacia los parámetros de la convergencia. Su regla de oro, en la estela maximalista de Merkel, era el ajuste fiscal para calmar a los mercados. ¿Por dónde amputar el Estado? Ahora el PP trata de negociar con Bruselas una moratoria en los recortes. ¿Qué ha cambiado? En España, la llegada al poder ha obligado a los populares a olvidarse de algunos principios electorales. En Europa, avanza la convicción de que hacen falta medidas para estimular el crecimiento. El ajuste a machetazos, lo estamos viendo, conduce ya hacia la segunda recesión. ¿Ha acertado Europa con las recetas?
La reforma laboral se está defendiendo un día tras otro por contraste con la parálisis socialista. Pero hacer mucho no siempre equivale a hacer lo adecuado. El ejecutivo esgrime, probablemente con razón, el aval silencioso de cinco millones de parados y el cansancio de otros tantos ciudadanos desmotivados. De un solo decreto, Rajoy ha minado la negociación colectiva, ha servido en bandeja la rebaja de sueldos, ha abaratado el despido y ha debilitado a los sindicatos. ¿Se creará empleo? Más adelante ¿De qué tipo? La perspectiva de cambiar contratos indefinidos por precarios no parece el mejor argumento para generar entusiasmo. ¿Y a los trabajadores, quién les va a representar? Antes se sentían hastiados de unos sindicatos amarrados a las estructuras productivas del pasado; ahora quedan a merced del empresario. ¿Era necesario, resulta justo, como suele repetir Rajoy?
Donde no hay mandato de Bruselas o debilidades heredadas, las explicaciones se complican. Sorteando el temor al despido y la desmovilización ciudadana, en Valencia ha prendido la contestación a los recortes educativos. ¿Por qué a nosotros?, gritan los estudiantes. Puede que sus protestas fueran violentas, seguro que la réplica policial ha sido desafortunada, pero el problema de fondo son las prioridades del gobierno autonómico del PP. Años de fachada y relaciones públicas que, agotado el dinero, dejan desnudo y sin calefacción en pleno invierno a Albert Fabra, obligado a administrar las deudas de su compañero Camps. La primavera se calienta ¿Habrá un estallido social?
Consciente del malestar, el ejecutivo contraataca proponiendo a los bancos la dación en pago para evitar los desahucios de familias con rentas bajas. ¿Obtendrá resultados? De momento supone un gesto para contener la crispación. Porque el PP ha llegado al poder cargado de respuestas y está comprobando que la sociedad, escocida, cada vez se plantea más preguntas incómodas.
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