domingo, 31 de julio de 2016

Ficcionario agostupefacto: Algorismo

Cuando uno teclea (al descuido, como sin querer) algorismo en Google, el gran sabelotodo le devuelve 18.100 resultados en 0’36 segundos y una enmienda a la totalidad: “quizá quisiste decir algoritmo”.  Así actúa el oráculo de estos tiempos: te trata de tú y resulta en apariencia tolerante pero sutilmente coercitivo. Si, como asegura la RAE, el algoritmo es “un conjunto ordenado y finito de operaciones que permite encontrar una solución a cualquier problema”, su hermano absolutista, el algorismo, preconiza que sólo él puede hallar la mejor solución a todos los problemas. Amén.

El Credo Supremo se predica de forma imparable por las pantallas. Puede utilizarse para asignar pareja, para elegir al mejor jugador de un partido siempre que no sea Iniesta o para predecir, aunque sea a posteriori, un atentado terrorista. En su vertiente más amable, nos abduce y nos seduce con la dulce tiranía de ofrecernos lo- que- en- verdad- nos- interesa. Y eso acojona. 

martes, 14 de junio de 2016

Debate nulo

Ganar un debate electoral puede ser importante pero lo decisivo es no perderlo. Destripadas desde hace meses las propuestas y contrapropuestas, proclamado un ultimátum cada hora e innumerables desencuentros en  las redes sociales, quedaba poco margen para la sorpresa ante el pulso dialéctico entre los cuatro principales candidatos. La línea roja estaba pintada sobre todo en la paciencia del espectador. La noticia fue sólo una previsión, una foto, un formato rígido, un envoltorio con música de cámara. El contenido, el tono más contenido de las discusiones.   

Aunque sea por lógicas ajenas a la política, los ciudadanos podemos intuir quién se impone en un cara a cara, lo que no implica que modifique nuestro voto. Pero ¿quién gana y quién pierde un debate a cuatro? Más que por el resultado, los titulares del  pasado lunes se deducen de las batallas planteadas y evitadas.  

Mariano Rajoy, hombre cabal, tiende a retratarse como un firme partidario de la realidad; otra cosa es que ésta sea exactamente como él la presenta. No se apartó del libreto. Esgrimió los datos buenos y desvió el balón hacia la herencia recibida cuando le recordaron los malos.  En el primer minuto prometió “dos millones de empleos”; en el último lo repitió con la esperanza de que algún somnoliento entendiera “cuatro”.  Y regaló su elogio favorito al votante. Frente al catastrofismo, “España es un gran país”. Gol de Piqué en el minuto 87. La mejor noticia para el presidente apareció el martes en la portada del Marca.

El candidato del PP se cuidó mucho de discutir con Pablo Iglesias, de no situarle a su propia altura ni verse sorprendido por un dardo emocional inesperado. Le interesaba más, y le salió bien, mostrarse como el blanco de todos los ataques, como el último bastión de la sensatez frente a la inexperiencia. “Aquí se viene aprendido”, espetó a sus oponentes.

Rajoy no perdió el debate y por eso pudo ganarlo. Pero tampoco resultó ileso. Rivera le hizo perder pie durante unos minutos al acusarle directamente de haber cobrado más de 380.000 euros en “b” y haber tolerado con su pasividad el desarrollo de la corrupción en su partido. Cuestión distinta es si eso le restará votos. Lo más probable es que, en medio del clima favorable a la gobernabilidad, tampoco le hagan falta.

Pedro Sánchez estaba obligado a acorralar al candidato del PP. Lo hizo sin ensañarse ni salirse del guión. Por el contrario, insistió tanto en reprochar a Iglesias que no apoyara hace unos meses su “gobierno del cambio” que el candidato de Unidos Podemos se permitió recordarle más de una vez que él no era el rival. Pero sí lo era.  

El tono plano del candidato del PSOE sale perdiendo en comparación con su cruento cara a cara de diciembre con Rajoy, pero le permite mantenerse en una posición central con fecha de caducidad. Hoy le sirve para defender un cambio tranquilo, heredero de su reciente pacto con Ciudadanos. Mañana sólo le habrá sido útil si, paradójicamente, gracias a esa centralidad ha vencido en la batalla de la izquierda. 

Sánchez perdió, según la impresión más generalizada. Perdió porque no ganó pero no le enterremos todavía. En la campaña anterior estuvo muerto, en marzo llegó a optar a una improbable investidura y ahora mismo hace equilibrios sobre el alambre.  El candidato socialista ha planteado las elecciones como una disputa por el segundo puesto contra las encuestas y Unidos Podemos. Parece el más inconsistente, pero la proximidad de una debacle y la indignación contra Pablo Iglesias son precisamente los mecanismos capaces reactivar a una parte de los seguidores del PSOE que desertó a la abstención. Su partido está amenazado de muerte; Pedro Sánchez tiene experiencia en resucitar. No será nada fácil porque no quedan más debates. Pero ya lo hizo hace meses.

Pablo Iglesias buscó a Rajoy por todas las esquinas del debate. Le rebatió con datos, contrapuso al presidente los argumentos de la izquierda clásica y hasta recurrió al Marx transversal, Groucho, para elevar sobre las promesas de empleo la burla del cómico: “y tres huevos duros”. Ni por esas le concedió el presidente en funciones un baile y mucho menos el estatus de alternativa.

No hubo cal viva ni alusiones a liderazgos cuestionados. El candidato de la izquierda indignada evitó cualquier mención hiriente para el PSOE, aunque trató con cierta suficiencia a Sánchez al recordarle que tras el 26 de junio tendrá que elegir entre él y Rajoy. Por cansancio o comedimiento, Iglesias evitó encenderse, aunque acusó el golpe sobre los vínculos de su partido con Venezuela que le lanzó Albert Rivera. 

“Alegría” y “esperanza” fueron de nuevo los valores de su minuto de oro. Ni perdió ni ganó, pero ha pasado el tiempo y Unidos Podemos ya no es virgen; sobre su espalda transporta la gestión en algunos ayuntamientos, las discrepancias entre confluencias y la impresión de ansia de poder transmitida por su líder en la anterior y breve legislatura.   

Albert Rivera se pintaba como el valor emergente de la política española justo hasta que comenzó la campaña anterior y empezaron a pesarle la inexperiencia y la descoordinación en Ciudadanos. Con las encuestas centradas en la evolución del PP y en el duelo de izquierdas, llegó al debate alejado de los focos. Empezó en segundo plano, casi desactivado. Hasta que se desató a propósito de la regeneración democrática. Conquistó el protagonismo al acorralar a Rajoy con la corrupción e interpelar con agudeza a Iglesias sobre la deuda de Izquierda Unida, la relación con Venezuela y los comportamientos poco éticos de Errejón y Monedero. Al final, salió reforzado y con la impresión de que puede llegar a influir en la formación de un futuro gobierno. Otro flanco abierto para Sánchez, en campaña no oirán un "que se besen".    


El esperado encuentro en la cumbre dejó un poso anodino. No hubo “sorpasso” ni “sanchasso”. Ni siquiera sorpresa. Los espectadores no tendremos derecho a quejarnos de que los candidatos no marcaran programa. Lo hicieron hasta la extenuación. Tantos gestos con vocación de espectáculo y tantas intenciones inconcretas de la última legislatura han acabado por convertir estas confrontaciones de propuestas en un tedioso catálogo. Aun así, el atractivo de la nueva y la vieja política compitiendo en atriles contiguos interesó a más de diez millones de  espectadores. Pero tras un lustro de sobreexcitación emocional y meses de cansancio no pareció capaz de movilizar los corazones. Debate nulo, Rajoy da un paso adelante para retener el título.      

viernes, 20 de mayo de 2016

Estruendoso silencio en Croke Park


El silencio, el respeto, los símbolos. En febrero de 2007, la selección inglesa de rugby tuvo que disputar un partido del Seis Naciones en el estadio Croke Park de Dublín. El estadio donde juegan habitualmente los irlandeses, Landsdowne Road, se encontraba en obras y el choque se programó en el llamado “templo del fútbol gaélico”. Es también el templo del nacionalismo. En 1920 los soldados ingleses irrumpieron allí en medio de un partido y mataron a 14 personas, entre ellas un jugador, como venganza por el asesinato previo de una veintena de sus colaboradores. Fue el llamado 'primer domingo sangriento'.

Los irlandeses juraron entonces que ningún inglés volvería a pisar nunca ese estadio. El fútbol y el rugby desaparecieron durante décadas de su césped, eran los deportes del invasor. Hasta que llegó el Seis Naciones de 2007. 82.000 espectadores en medo de una enconada polémica política. Jugadores enlazados por los hombros, con el mentón apretado, esperando los himnos. Llegó el momento. Arrancó el “God save the Queen”, coreado por las 4.000 gargantas inglesas. Y el estadio, puesto en pie, respondió con un tenso silencio. Un emotivo, inolvidable, estruendoso silencio.


viernes, 29 de abril de 2016

Una semanita en Españistán: Memorias de Mariano

Hay mañanas, plomizas mañanas, en las que hasta un presidente del gobierno puede aburrirse. El opositor que fue terminó hace meses su último examen en las urnas; el recandidato a la reelección observa, entre indolente y fascinado, un reloj de arena.

Probablemente Mariano aprovecha para caminar, despacha los informes y  sobrevuela algún periódico; seguro que le genera una comprensible pereza asomarse, quizá por conocidas, a las ‘Memorias de Adriano’: “Desde hace algunos años se supone que gozo de una extraña clarividencia, que conozco sublimes secretos. Es un error, pues nada sé”. Mirusté, remataría impertérrito.
   
Los niños y los locos desnudan la verdad, los humoristas a veces consiguen anticiparla. El imitador de Carles Puigdemont, presidente de la Generalitat, que en enero llegó a conversar durante unos sorprendentes minutos con Rajoy dejó al descubierto que, entre tantas envenenadas herencias recibidas de Zapatero, su favorita es aquel traje de increíble hombre normal que el dirigente socialista olvidó, perdido el apresto con tantos ajustes, en una percha del despacho.

Y la "normalidad institucional" acabó imperando. Diecitantos desafíos más tarde, los representantes de la Cataluña sin cordura y la España sin gobierno compartieron la semana pasada sus discrepancias en un ambiente cordial. “Vengo a pedir la independencia”. “De eso aquí no tenemos, pero pase y siéntese”, podría haber respondido Rajoy. Hasta los órdagos decaen por cansancio, nunca un funcionario atizó la revolución.

¿Dónde está el político que vivía ‘en el lío’ permanente en casa y en Bruselas, el cirujano que recurrió a las sangrías para regalarnos cuatro años más de vida, aunque no de alegría? Tras el 20-D, Mariano-de-perfil-bajo ha optado por sentarse en segunda fila mientras sus rivales se enviaban documentos, firmaban acuerdos solemnes, se estampaban tuits, proclamaban reproches concebidos para llenar minutos de televisión.

Con la excepción de sus punzantes intervenciones en la no-investidura de Sánchez, el mandatario  desmovilizado ni ha alzado la voz. Como si no le importara el apoyo conquistado en las urnas, como si la rampante corrupción hubiera aterrizado en su partido procedente de una galaxia lejana, como si la investidura o su propio futuro le resultaran un asunto ajeno.  

Si, como un día aseguró, “no hacer nada” constituye una opción razonable, Mariano Rajoy la ha aplicado desde enero con disciplina germánica. Su actitud despierta sensatas inquietudes pero irónicamente puede conectarle con tantos votantes de este país en suspenso. Agotados por el ruido, escépticos contra el cambio, proclives otra vez a ceder indiferencia para ganar tranquilidad. Parece todo, mirusté, tan español... y a lo mejor hasta se basa en una reflexión sobre el poder.         

viernes, 11 de marzo de 2016

Una semanita en Españistán: Letizia en el 'país muy difícil'

España es un "país muy difícil". Podría afirmarlo Mariano Rajoy,  lo suscribiría sin duda Vicente Del Bosque y hasta Javier López Madrid, viejo amigo de Felipe VI, lo deja caer, como justificándose, durante una conversación privada que mantuvo con los Reyes en octubre de 2014 y ha desvelado El Diario esta semana. 

España, de hecho, es un país tan difícil que ahora mismo hay un cuñado del monarca en el banquillo de los acusados por montar un chiringuito para enriquecerse (y una Infanta por beneficiarse de ello), un partido en el gobierno que pagó en negro las obras de su sede central y tiene a agrupaciones autonómicas y a destacados dirigentes investigados por corrupción, y un sindicato que en la era del paro feroz se ha dedicado presuntamente a falsear facturas para dilapidar a su antojo los fondos destinados a la formación de los trabajadores. 

España es un país tan difícil que el porcentaje de población en riesgo de pobreza llegó al 21,8%  en 2011, según las estadísticas oficiales. Tan difícil que López Madrid, consejero delegado del Grupo Villar Mir, gastó ese año y el anterior 34.807eurosal menos la mitad en restaurantes, con las tarjetas black de Cajamadrid. Tan difícil que, al conocerse la información, optó por devolverlos. Tan difícil que junto a otros beneficiarios probablemente sea juzgado por apropiación indebida. 

Recreación hecha por www.eldiario.es
Así que España parece un país difícil pero -no todo va a ser negativo-  con bastante pasta circulando por el lado oscuro. El mismo alto ejecutivo es sospechoso en la actualidad de haber entregado casi dos millones en dinero negro al PP de Madrid. 

Este difícil país necesita cariño, y una pizquita de comprensión, y nadie mejor que una Reina para regalarlo. Comprensión tan generosa que se derrama por escrito sobre un chat telefónico, cariño incondicional como la prisión por delitos graves, rotundo como un beso entre diputados. Cariño blanco pese a los abusos en ‘b’, ya entonces conocidos. 

“Sabemos quién eres, sabes quiénes somos”, reconfortaba Doña Letizia a López Madrid con sentida solidaridad. Un envolvente no digo nada y lo digo todo, adobado con el desprecio a algunos periodistas, teñido de ingenuidad por no imaginar que su  conversación pudiera quedar más adelante al descubierto.

Pero es precisamente en este país bronco y bastante criticón donde el rey Felipe VI - más ambiguo y prudente en este comprometedor intercambio de mensajes-, acostumbra a entrar en la república de nuestras casas para defender "la ejemplaridad". Es en este difícil país donde Letizia Ortiz ha simbolizado, por decisión suya, cierta esperanza de modernizar la Monarquía y acercarla a la sociedad de manera más profunda que llamar a un amigo "compi yogui"

“Nos conocemos, nos queremos, nos respetamos. Lo demás, merde”, redondea la Reina para rematar sus confidencias a López Madrid. E incluso comprendiendo la presión mediática sobre su regio cargo y el ámbito privado de tanto cariño, nos hace preguntarnos si aquella ciudadana de a pie ha olvidado durante los años en palacio cómo sienten y respiran, tras tantos años de crisis, las familias reales de este muy difícil país.