viernes, 11 de julio de 2014

El libre albedrío del 13


“Sí, sí, síiiiiiii …. , enorme, Putoamoooooo”.  Joder, qué subidón Si lo meto, ganamos. Si lo meto, ganamos. Si lo meto, ganamos.  Campeones. Si fallo, a seguir tirando …  y ya sólo quedan los tiesos y los cagaos. Bueno, y yo, que estoy tieso y cagao.  “Tranquilos, lo meto seguro”. Ya imagino el periódico, letras grandes en medio de la portada. Y mi foto, corriendo como un loco, a pecho descubierto, para evitar que me recuerden con esta espantosa camiseta amarilla y el puñetero número 13. Y detrás, corriendo a abrazarme, todos estos cabritos

Me bautizaron Cenizo porque me tocó el 13. Me dieron el 13 porque soy el nuevo y fui el último en elegir. He debutado por sorpresa.  En la final. El míster me ha puesto, no explicó bien por qué. Ha dicho eso del equilibrio, pero lo dice siempre. Raro. Yo soy de pocos equilibrios. Puedo estar durante horas apagado, hasta que en un momento acelero y ya no pueden frenarme. Pero tantas órdenes hoy me han bloqueado.  Me la daban y la devolvía. Y el míster, tan contento. Qué rabia.  Y de regalo, el último penalti. Portero, vas a comértela, voy a reventarla por el centro. 

Al principio, cuando me ordenó sacar, pensé que podría irme arriba en la segunda mitad. Pero he pasado el partido confinado en la banda como si hubiera otra línea en el interior, dibujada con el spray del árbitro, que me impidiera  avanzar en diagonal hacia su portería. Dos veces lo he intentado. La primera me abroncó el delantero por no soltarla. A  la segunda, saltó el propio míster: “Cenizo, no pierdas el sitio, coño, no pierdas el sitiooo….”. Le miré y perdí el balón. Por poco nos marcan. Perderemos pero seremos  campeones de la disciplina…  

En fin, no creo que tenga queja. He aguantado las embestidas, he ayudado al repliegue, he cerrado la banda… Pensé que iba a cambiarme tras la tarjeta.  Sentí que se escapaba y metí la cadera. No quise hacerle daño, pero… Era mi sitio. Lo malo es que después del  golpe casi no tengo fuerza en el muslo. Me dio vergüenza decirlo. Hacer falta y lesionarse es de gilipollas, y aún podía aguantar, pero ahora tengo miedo de romperme al ir a  pegarla…  ¿Y si mejor la coloco? Venga, portero, deja esas risitas.

“Sí, míster, el papel, el papel…”. Claro que me acuerdo de lo que puse, pero ya no importa. Yo también jugaba de portero, era ágil, con buenos reflejos. El profesor de gimnasia me subió al centro del campo porque me veía angustiado. Era un chico diferente, imaginativo, bastante rebelde…  y andaba siempre en peleas. Dijo que era un ‘alma libre’, necesitaba espacio, creatividad, sentirme yo mismo… y  mira adónde he llegado.  Él se fió de su instinto y yo voy a fiarme del mío. Sí, portero, sí, quédate quieto de una vez y acabemos ya con esto.  


Ya te veo, Putoamo, deja de hacer gestos, que no puedo concentrarme, claro que tengo ojos, y que me he dado cuenta de que él siempre se tira a su derecha. Y sé que hay estadísticas y probabilidades, he visto también que algunos rezan (¿eso ayuda?), y como estudio Filosofía, porque yo estudio, incluso sé lo que significan el determinismo y el libre albedrío, y la búsqueda de la felicidad…  Y ese gillipollas al que ahora veo enfrente, ese cretino que intenta descentrarme señalando a su lado derecho, no sabe nada de mí. 

El balón está bien colocado. Cinco pasos hacia atrás... Pero vosotros, compañeros, bien abrazaditos, tenéis aún más miedo porque, todos lo sabemos, es la primera vez que tiro un penalti en un partido. Y el míster se está preguntando, con el papelito arrugado en la mano, cómo se le ocurrió asignarme el quinto. Alla voy. Decidido. Pegadita al palo al que se tira siempre. Por joder. Y que os den a todos…  

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