España
es un "país muy difícil". Podría afirmarlo Mariano Rajoy, lo
suscribiría sin duda Vicente Del Bosque y hasta Javier López Madrid,
viejo amigo de Felipe VI, lo deja caer, como justificándose, durante una
conversación privada que mantuvo con los Reyes en octubre de 2014 y ha
desvelado El Diario esta semana.
España,
de hecho, es un país tan difícil que ahora mismo hay un cuñado del monarca en
el banquillo de los acusados por montar un chiringuito para enriquecerse (y una Infanta por beneficiarse de ello), un
partido en el gobierno que pagó en negro las obras de su sede central y tiene a
agrupaciones autonómicas y a destacados dirigentes investigados por corrupción, y
un sindicato que en la era del paro feroz se ha dedicado presuntamente a
falsear facturas para dilapidar a su antojo los fondos destinados a la
formación de los trabajadores.
España
es un país tan difícil que el porcentaje de población en riesgo de pobreza
llegó al 21,8% en 2011, según las estadísticas oficiales. Tan difícil que López Madrid, consejero delegado del Grupo Villar Mir,
gastó ese año y el anterior 34.807euros, al menos la mitad en restaurantes, con las tarjetas
black de Cajamadrid. Tan difícil que, al conocerse la información,
optó por devolverlos. Tan difícil que junto a otros
beneficiarios probablemente sea juzgado por apropiación indebida.
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Recreación hecha por www.eldiario.es |
Así que España parece un país difícil pero -no todo va a ser negativo- con
bastante pasta circulando por el lado oscuro. El
mismo alto ejecutivo es sospechoso en la actualidad de haber entregado casi dos millones en dinero negro
al PP de Madrid.
Este
difícil país necesita cariño, y una pizquita de comprensión, y nadie mejor que una Reina para regalarlo. Comprensión tan generosa que se derrama por
escrito sobre un chat telefónico, cariño incondicional como la prisión por
delitos graves, rotundo como un beso entre diputados. Cariño blanco
pese a los abusos en ‘b’, ya entonces conocidos.
“Sabemos quién eres,
sabes quiénes somos”, reconfortaba Doña Letizia a López Madrid con sentida
solidaridad. Un envolvente no digo nada y lo digo todo, adobado con
el desprecio a algunos periodistas, teñido de ingenuidad por no imaginar que
su conversación pudiera quedar más adelante al descubierto.
Pero
es precisamente en este país bronco y bastante criticón donde el rey
Felipe VI - más ambiguo y prudente en este comprometedor intercambio de mensajes-, acostumbra a entrar en la república de nuestras casas para
defender "la ejemplaridad". Es en este difícil país donde Letizia Ortiz ha simbolizado, por decisión suya, cierta esperanza de modernizar
la Monarquía y acercarla a la sociedad de manera más profunda que llamar
a un amigo "compi yogui".
“Nos
conocemos, nos queremos, nos respetamos. Lo demás, merde”, redondea la Reina para rematar sus
confidencias a López Madrid. E incluso comprendiendo la presión mediática sobre
su regio cargo y el ámbito privado de tanto cariño, nos hace preguntarnos si aquella ciudadana de a pie ha
olvidado durante los años en palacio cómo sienten y respiran, tras tantos años de crisis, las familias reales de
este muy difícil país.