Cada vez que
el director de Recursos Inhumanos repasa pellizcándose la perilla el orden del
día del próximo Consejo de Administración, un empleado con más trienios que
canas empieza, aun sin presentirlo, a hacer cola frente a la ventanilla de los escogidos
para emprender. Como "echar" suena destemplado y carente de cariño, el conceto "despido" acumula en castellano más
eufemismos que el miembro viril. Hay quien lo llama "extinción del contrato laboral" (¡a mí los
bomberos!); los aficionados a dietas, gimnasios y cirugías aluden a la "reducción de la masa salarial"; y no falta quien, optimizando el ficcionario,
apela a la "disminución de costes productivos". Así se multiplica, imparable
y conmovedora, la creatividad en la industria del adiós.
Define la RAE como emprendedor a quien "emprende con resolución acciones o empresas innovadoras", cuando en rigor no existe empeño más raído que subsistir. El informe anual de la Fundación Foessa descubrió en junio que la última forma de pluriempleo que experimenta el 14’8% de los trabajadores españoles consiste en currar a tiempo parcial y vivir a tiempo completo en el umbral de la pobreza. Un rato ocupados y el resto de la jornada, muy preocupados. Son las servidumbres del primer mundo; hay otros peores, pero están más lejos.
Define la RAE como emprendedor a quien "emprende con resolución acciones o empresas innovadoras", cuando en rigor no existe empeño más raído que subsistir. El informe anual de la Fundación Foessa descubrió en junio que la última forma de pluriempleo que experimenta el 14’8% de los trabajadores españoles consiste en currar a tiempo parcial y vivir a tiempo completo en el umbral de la pobreza. Un rato ocupados y el resto de la jornada, muy preocupados. Son las servidumbres del primer mundo; hay otros peores, pero están más lejos.
"Manteneos
hambrientos y alocados", predicó San Steve Jobs en 2005 a los estudiantes en un
púlpito de la Universidad de Stanford. Desde que en este país, unos años después,
empezamos a tragar ladrillos sin ser faquires - y todavía nos encontramos a
media digestión- lo de "mantenerse" representa un consejo sensato. Demostró sus
dotes adivinatorias el hipnotizador de la manzana: en la España actual subsisten
más hambrientos que cuando nos creímos ricos y algunos alocados se atreven a enrolarse en la gymkana
de los autónomos, esa carrera espartana carente de glamour entre manglares de
formularios, descuentos como picotazos y amenazas de impago.
Emprendedores
por decisión ajena y gurús coexisten pero se mezclan poco. Al término del trimestre coinciden por
imperativo en la oficina de Hacienda y sólo se invitan a seguirse en Linkedin si
levantan la vista de la tablet durante algún "networking", o más propiamente
sarao, organizado para barnizar de modernidad los negocios.
Al tercer mes,
el estado de ánimo de un auténtico autónomo comienza a desequilibrarse entre
los alborozos matinales que generan las expectativas y las angustias nocturnas
causadas por el calendario fiscal. Cada
balance le hace plantearse si aumentar la inversión o la dosis de autoayuda. Cuando,
ya ojeroso, advierte que aún suma poco y ni siquiera le resta el desahogo de
echar a nadie, recurre a un sobrino médico que le receta unas pastillas para
dormir. Pese a todas las precauciones y a las medidas asépticas, el
deprendedor siempre contagia su vocación. Tras concluir las prácticas y harto
de contratos por semana, el joven doctor emprende la retirada hacia mercados
laborales menos hostiles.
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