Roberto Fontanarrosa falleció en 2007. El dibujante y escritor de Rosario, Argentina, no pudo, por tanto, disfrutar de la exultante plenitud goleadora de su paisano Leo Messi. Una auténtica lástima. Porque este delantero de leyenda merecería ser el inspirado protagonista de cualquiera de los irrepetibles relatos de “Puro fútbol”. Entre el costumbrismo y el surrealismo, en el centro de la atención del planeta deportivo, el poeta de los pies vertiginosos, el artista de los regates encadenados nunca enhebra más de tres frases, si acaso tópicas, ante el micrófono.
Decenas de miles de personas esperaban unas iluminadas palabras del astro tras su extraordinaria actuación en la conquista de la cuarta Champions para el Barcelona. “Guardo las palabras para el 29” , había prometido durante la celebración del título de Liga. Así que Leo, menos desenvuelto que Shaké y Piquira, encerrado en la banda, intentó una arrancada. “Prometí que hoy iba a hablar y acá estoy...; la verdad, no tengo nada que decirles”. Punto final. En la cancha se ven los pingos, suelen afirmar los aficionados argentinos a las carreras de caballos. Y el genial Lionel ya se había explayado frente a la defensa del Manchester. Cansado por un exceso de pases que se enredaban en el área pequeña, rompió a sus marcadores, ocultó la pelota y armó el pie para hacerla aparecer entre las redes del portero rival.