La NocheViejuna amaneció con nubes transparentes. Hace unas décadas, demasiadas para nuestra memoria, aquella osada TVE se atrevió a programar un striptease de madrugada para concluir el programa de Año Nuevo y calentar las celebraciones privadas. Hace una semana, para terminar 2015, resonaron antes los comentarios que las campanadas. Y a continuación, lo mismo de entonces: champán ya sin fuelle, bailongo de agosto al ritmo de un regidor, el confeti decadente de una felicidad pregrabada y compartida a plazo fijo.
El empacho con la Pedroche supone, si acaso, un escándalo de vía estrecha. Un mal gusto inoportuno que en la era del porno por Internet apenas molesta, aunque invite a repensar qué consideran los programadores de televisión ‘entretenimiento’ y qué ‘para toda la familia’. (¿Con quién cenan ellos, tienen la tele puesta?) Un pellizco machista que desnuda en público nuestras oquedades cerebrales cuando, despojados de lo aprendido, decidimos desinhibirnos y montar fiestón, qué gozadera, aposentados en el sofá. Ocio para el pueblo, alpiste neuronal.
El empacho con la Pedroche supone, si acaso, un escándalo de vía estrecha. Un mal gusto inoportuno que en la era del porno por Internet apenas molesta, aunque invite a repensar qué consideran los programadores de televisión ‘entretenimiento’ y qué ‘para toda la familia’. (¿Con quién cenan ellos, tienen la tele puesta?) Un pellizco machista que desnuda en público nuestras oquedades cerebrales cuando, despojados de lo aprendido, decidimos desinhibirnos y montar fiestón, qué gozadera, aposentados en el sofá. Ocio para el pueblo, alpiste neuronal.
Resulta, esto de la transgresión, cosa seria. Bien lo saben
y practican los antisistema. Los que empezaron su viaje en Sol recogen -inmejorable
signo de estabilidad- sus credenciales en el Congreso. Los que
sostienen el alambre en Cataluña votaron y civilizadamente volvieron a votar sobre
el funambulista que un anhelado amanecer protagonizará la erección de un
Estado propio. Con su DNI, sus impuestos y sus embajadas ¡Viva la República de
Nuestra Santa Gana! ¿Cómo no simpatizar? Merecen, sin duda, hasta un Defensor
del Antisistema sufragado por crowdfunding.
Ante semejante jaque, la primacía de la Corona en tiempos
navideños descansa sobre una pugna de gustos.
Demostrado parece que a las Magas no les favorece el traje de maja, que las
ocas preferirían no desfilar hacia un futuro de foie, que el atuendo de algunos reyes de Madrid pinta más galáctico
que monárquico. En la España del espectáculo, donde a un pícaro imputado se le
concede autoridad en la gran pantalla, la fuerza de la imagen significa una
tentación irresistible para simplificar, en modo cuñado, cuestiones complejas.
La apariencia de una cabalgata podría alimentar debates, incluso
interesantes, sobre la evolución de los mitos infantiles, la coexistencia de tradición y modernidad, el respeto a las creencias en los Estados aconfesionales o el olvido colectivo del sentido original de la Navidad. Pero nos obligarían a razonar. A comienzos de año. Con la tripa llena. Casi de vacaciones.
Por el contrario, además de fea y friki (y admito enmiendas), la túnica de Gaspar es tan larga
que tolera cientos de chistes, tan ilustrada que aguanta algún amago de
afirmación solemne, tan pomposa que estalla en una polémica política. Tan
práctica, en definitiva, que nos permite discutir como eminencias sobre su estética y ocultar nuestras limitaciones sobre cuestiones que de
verdad importan. Y además quedar como reyes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario