En este año de gracia electoral de 2015, los antisistema van
a meterse, qué espanto, a hacer política. Ya no se trata de proclamar bajo la luna propuestas
inspiradas en aquellos efluvios idealistas de Sol. Tampoco les basta
con utilizar el altavoz del Parlamento Europeo, siempre dispuesto a cobijar formaciones
marginales. Los no-representados aspiran a asaltar los cielos españoles y sin
embargo tendrán que empezar por la ‘Operación Asfalto’.
Hace cuatro años me acerqué en varias ocasiones, como
periodista y ciudadano, a observar qué se cocía al calor del 15-M. Donde al
principio había una acampada de jóvenes fueron apareciendo parados en la madurez, jubilados, algunas familias con niños. Esa mezcla a la que, cuando queremos criticar,
etiquetamos como la gente, transmitía
una indisimulable sensación de sueños derrotados. Pero contra el derrotismo exhibían, sin embargo, un impulso vibrante para reinventar la democracia de la que se sentían expulsados de facto.
La coexistencia de la crisis feroz (y tan desigualmente
repartida) con la sensación de corrupción impune ha cambiado de tal manera la
percepción que ni siquiera una dosis somnífera de consumo apagará las muy fundadas dudas sobre nuestra cohesión social. ¿Cuándo volveremos a comprar el indulgente
mantra de que "en España se vive muy bien"?
El cabreo ciudadano ya no desea entender de cifras ni primas
de riesgo. El único capital de tantos defraudados descansa sobre una emoción,
la ilusión, que por su propia naturaleza no atiende a razones y se presenta capaz
de arrollar siglas, programas y posicionamientos previos. A sus ojos,
la estabilidad actual no representa un valor y el encanto de "lo nuevo" tiende
a despreciar, a veces de forma injusta, conquistas anteriores.
Es posible que pronto lleguen a los ayuntamientos concejales
sin preparación. Algo que, lo vemos cada día, nunca había pasado… Parece
probable que en el plazo de unos meses vuelva a crecer el gasto público. Sería
insólito: jamás se despilfarró aquí el dinero de todos… E incluso podríamos vaticinar que algunos outsiders electos se equivocarán, serán dogmáticos, revanchistas, e
incluso antepondrán de mala fe sus intereses a los colectivos. Apocalípticos
desastres sin precedentes en este país...
Hace cuatro años que estos antisistema se movilizaron pacíficamente en las plazas. Hace
uno y medio que se organizaron en Podemos, una fuerza política de alcance
nacional. En los últimos meses han creado de la nada estructuras, han elaborado
programas, han negociado y pactado listas de candidatos, han competido contra otros partidos y han conquistado las grandes ciudades. Nada de eso, por
descontado, garantiza que acierten a la hora de gobernar, pero ¿cabe mayor
legitimidad para un sistema que la integración a través de las urnas de quienes
denuncian sus clamorosas ineficacias?
No hay comentarios:
Publicar un comentario