¿Fue Franco un general valeroso? Probablemente. ¿Fue católico? Sin duda. ¿Fue un dictador? También. Es mi opinión, que no tiene mayor importancia y podría pasar desapercibida por mayoritaria. Sin embargo, la del historiador Luis Suárez Fernández, autor de la reseña sobre el valeroso-y-católico-pero-no-totalitario militar en el Diccionario Biográfico Español, continúa irradiando luz hasta ensombrecer la presentación de los primeros 25 volúmenes de esta obra patrocinada por la Real Academia de la Historia.
“Nos pidieron que no hiciéramos valoraciones, que sólo pusiéramos datos contrastados”, me ha contado un profesor universitario que redactó varias biografías. En el debate científico, que no de la calle, podría aceptarse, como asegura Suárez Fernández, la sutileza de que el franquismo fue autoritario, en vez de totalitario. Es decir, que diseñó el Movimiento a su medida, y no al revés. El problema es que en la amplia entrada (aquí puede verse) dedicada a –lo diré- el dictador, lo más elocuente son las omisiones y los eufemismos. Por ejemplo, que se califique el Régimen como “sin sistema liberal ni partidos” para evitar la palabra maldita, o que entre la prolija enumeración de muchos hechos y algunas buenas intenciones, el autor no dedique una línea a la represión de 40 años ni al exilio. Algo más doloroso que un desafortunado olvido.
Antes de convertirme en periodista, terminé la licenciatura en Historia Contemporánea. Incluso me planteé hacer la tesis. De aquella carrera, que animó mi espíritu crítico, recuerdo el interés por la Historiografía, la evolución de las tendencias en el estudio del ayer. Pese al paso del tiempo, la verdad en el pasado, como en el presente, casi nunca es absoluta. No creo demasiado en la objetividad, prefiero extraer de los hechos una interpretación que les dé sentido. Pero sí confío en la profesionalidad, en evitar que los apriorismos ideológicos limiten el rigor.
Luis Suárez Fernández es un reputado catedrático de Historia Medieval ¿Por qué escribió sobre el siglo XX? “El problema de fondo, y habrá que solucionarlo, es que en la Real Academia no está bien representada la Edad Contemporánea”, me confesaba un integrante que ingresó recientemente. Fuera hay excelentes especialistas; algunos, muy prestigiosos, han dejado caer con cautela que no fueron convocados o se les encargaron personajes secundarios y por compromiso. “Al final, las biografías más delicadas han quedado en manos de autores que llevan muchos años alejados de la Universidad”, añadía el mismo historiador, lamentando que la polémica perjudique al prestigio de todos y al inmenso esfuerzo colectivo invertido en esta iniciativa. “No han sabido ver que unas cuantas biografías van a ser examinadas con lupa y que en España la Historia Contemporánea es una materia muy delicada”.
De Luis Suárez Fernández, un académico influyente, también se conocían su orientación conservadora, su acceso privilegiado a los archivos de la Fundación Franco y su relación con el Valle de los Caídos. Unos detalles que podrían haber planteado dudas sobre su idoneidad, ya fuera por iniciativa propia o por encargo, para una entrada de tanto valor simbólico. Cierto es que el director de la RAH, Gonzalo Anes, garantizó –y ha cumplido- que no iba a haber censura. Pero que cada autor sea responsable de sus opiniones constituye, en este caso, una verdad a medias. Una obra colectiva, con 40.000 entradas y 5.000 autores, que aspiraba a ser de referencia, requería de más filtros y mejores contrapesos. De una coordinación editorial, citada en los contratos y en la web oficial, que no parece haber sido ejercida. ¿Quién enmienda a un académico? Delicada cuestión. Al final, los excesos de unos (hay más reseñas sesgadas) y la dejación en el control han dañado esta creación común y a la propia institución que la sustenta.
¿Qué se puede hacer ahora? A la Academia debería corresponder, en primera instancia, resolver el envenenado dilema: revisar algunas entradas –no por poco democráticas, sino por poco rigurosas- o ver cómo se deprecia un Diccionario Biográfico que va a costar millones de euros y se encuentra a medias. Pese a las peticiones reiteradas, la inmediata intervención gubernamental sólo politizaría más el debate. No comparto, por cierto, las críticas en términos generales a la escasa presencia femenina entre los biografiados. El ascenso de la mujer, la conquista de la igualdad son fenómenos recientes, incluso en proceso. El pasado no es paritario; ojalá el futuro lo sea.
Al pensador George Santayana se le atribuye la sentencia según la cual los pueblos que no conocen su pasado están condenados a repetirlo. Yo añadiría que si lo escriben sin rigor se condenan a reescribirlo, y reescribirlo, y reescribirlo… Pero es mi opinión y debería pasar desapercibida…
2 comentarios:
Buen comentario al lío de la RAH. Claro, es el comentario de un periodista con sangre de historiador y eso se nota (para bien). Lo que se ha puesto en evidencia es una cierta rigidez de la RAH. Si tu le encargas la biografía de Mourinho a su representante, pues pasa lo que pasa. Ahora bien, si se la pides al periodista Pérez de Rozas, pasa lo contrario. La diferencia es que esto no es fútbol, sino historia. Aunque quizás el hooliganismo tambien tiene espacio en la historia contemporànea; ¡cómo me alegro de haber estudiado Historia Moderna!
Sí, de acuerdo con tu opinión y con la del académico con el que hablé: la Historia Contemporánea en España es una materia muy delicada. Pero precisamente por eso hacía falta consenso y edición, que no censura. Gracias por el comentario...
Publicar un comentario