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Rajoy se enfundó _adiante los pantalones, hasta ajusta_los sob_e el tobogán de su t_ipita. ‘Grrrrracias, Súperrrrr’. Recogió tres dedos las mangas, echó la capa rojigualda hacia atrás y saltó eufórico a la montura. ‘Armstrong, Armstrong, Armstrong, maric…!’ El presidente multiplicó las pedaladas, dobló la espalda para apoyarse sobre el manillar en posición aerodinámica. Ganó velocidad hasta rasgar el aire acondicionado del despacho, levantó el trasero del sillín y, acelerando a tope, escapó de sus irrefrenables preocupaciones. Sprint corto, gritos de ánimo, los brazos en alto al cruzar la imaginaria línea de meta. Besos y azafatas, la foto soñada desde niño, con el ramo de flores, en la portada del ‘Marca’. Y el eco de sus cánticos solitarios: ‘¡Induráin, Induráin, Induráin…!’